Arriba, justo entre el techo y la noche, había una
puerta. Era invisible. Solo se podía ver de noche. Antes, no. Solo podía verla
yo, y nadie más.
Una noche al ver la puerta decidí abrirla. Tenía
miedo, tuve muchísimo miedo. Tomé el picaporte, lo giré suavemente, y la puerta
comenzó a abrirse. Vi una estrella, luego otra, y más...; además estaba la
oscuridad, el vacío. Sin embargo no sentí soledad. Había alguien ahí, podía
sentir su presencia tras mi espalda. Tampoco podía voltearme para saber quién
era. Solo sé que había alguien. Entonces decidí flotar y dejarme llevar. Crucé
la puerta y floté entre las estrellas.
Tras un rato pensé en mi madre. “Tal vez sea ella
quien está tras mi espalda”, me dije. Y de repente sentí un alivio
incomprensible. Era más liviano, más etéreo. Las luces de las estrellas
parecían refulgir más, la oscuridad del universo ya no me parecía tan
intimidante. Me sentía acompañado por mi madre. Ambos estábamos ahí, juntos, en
el mismo universo… siempre.
(Felíz día a todas las madres del mundo... y a la mía en especial...)
(Imagen: http://goo.gl/UVOHW)
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