Me quedé desnudo frente a ella en medio de la habitación de un viejo hotel de la calle El Delfín. Era un barrio de mala muerte donde las putas y los proxenetas hacen patria. Sin entender el porqué intentaba taparme el pene erecto de modo tal que ella no lo viera. Tendríamos sexo, a eso habíamos ido, sin embargo yo sentía vergüenza. Jamás había tenido vergüenza delante de una mujer, sin embargo esa mujer me producía esa sensación. Se desnudó delante de mí con un mirada extremadamente sensual dejando caer su ropa a sus pies. Era perfecta. Perfectos senos, perfecto pubis, perfectas caderas, perfectas nalgas. Perfección, algo que todo hombre de manera visual y estúpida busca. No hacía más de dos horas que nos habíamos conocido en una disco a pocas cuadras. Nos vimos y de repente sucedió ese rayo de hormonas palpitantes que prontamente te asfixian. Nos buscamos y llegamos hasta la calle El Delfín. Y ahí estábamos, mirándonos, ambos desnudos, deseosos, yo con ganas de penetrarla y ella con ganas de ser penetrada.
-Te propongo un juego -me dijo antes de acostarnos.
-¿Un juego? -pregunté sorprendido. Pero no dije más que eso, pues pensé que muchas mujeres se excitan con juegos, disfraces, o cosas que dan toque distintivo al sexo.
-Sí, un juego. Quiero que me digas un nombre que te guste para vos, yo te diré otro. Pero no podrás decirme tú nombre verdadero, ni yo te diré el mío. Es una especie de máscara, o algo así.
-Pues no te entiendo bien pero hagámoslo. Esteee... me llamó, Jack.
-Hola, Jack –me dijo sonriente y extendiéndome su mano. Yo extendí mi mano y apreté la suya.
-Encantada, soy Ingrid.
Nos echamos a reír. Aquello de escuchar nuestros nombres ficticios nos dio gracia y reímos como locos estando ambos desnudos en medio de la habitación. Si una cámara hubiera grabado aquella situación seguramente calificábamos para una parodia o comedia. Realmente nos veíamos ridículos riéndonos así.
-Entonces ahora podemos acostarnos -me dijo.
-¿Ya?, ¿solo eso era el juego?, ¡qué juego más raro, Ingrid! -dije y volví a reír como un estúpido.
-Pues sí, solo eso. Suelo jugar a este juego, no creas que es tan raro.
No me gustó su respuesta. Me hizo pensar que el mismo juego lo había hecho antes con quienes se había acostado; sin embargo quité ese pensamiento de mi mente y nos acostamos. El sexo fue fabuloso, cargado de ese deseo vivo y ardiente que la piel nueva y desconocida siempre trae consigo. Quedamos exhaustos ambos boca abajo mirando el suelo. No había nada particular en aquel suelo, pero a la vez parecía que fuese un imán gigantesco que nos hipnotizara y a su vez congelara nuestra lengua para que no pudiésemos emitir palabra alguna. Así estuvimos un buen rato hasta que el teléfono de la administración del hotel llamó preguntando si deseábamos alguna bebida.
-Tráeme un whisky -dije al administrador- ¿tú quieres algo? -pregunté a Ingrid.
-Sí, otro whisky para mí -me respondió sensualmente.
-Que sean dos -dije finalmente al administrador.
Tras bebernos los whiskies apagamos la luz de la habitación y nos dispusimos a dormir. Pasados unos quince minutos Ingrid habló.
-¿Sueñas con espíritus?
-No -le respondí- ¿a qué se debe que me preguntas eso?
-Porque yo sí sueño. A veces sueño que yo misma me elevo y vuelo, recorro cielos que nunca he visto, ciudades importantes que solo conozco en fotografías y veo gente que jamás he conocido. Es raro, y da miedo. Tal vez por esos sueños le temo a la oscuridad. La oscuridad me da miedo, Jack.
Entonces la abracé fuertemente contra mi pecho. Sus senos se sentían tibios y el olor de su cabello era suave y dulzón.
-No pienses en espíritus o malos sueños. Si piensas demasiado en ese tipo de cosas entonces soñarás y tendrás pesadillas. Digamos que si haces eso es como si estuvieras invocando a que las pesadillas lleguen a vos, ¿entendés? -dije intentándo disuadirla.
-Pues lo intentaré. Aunque la oscuridad me da miedo igual.
-¿Quieres que deje la luz encendida?
-No, está bien. Abrazada a vos no tengo ese miedo, Jack.
Las palabras se silenciaron y la oscuridad pareció espesarse aún más dentro de aquella habitación. Me pareció increíble estar acostado con una mujer que solo hacía un par de horas había conocido y de pronto me confesase su miedo a la oscuridad. Esa mujer sensual y muy sexual había mostrado un lado débil, y justamente me lo había mostrado a mí, a Jack, un desconocido.
Me dormí un rato y me desperté abruptamente al amanecer. Por la ventana de la habitación entraba un pequeño haz de luz de los primeros rayos del sol. Ingrid estaba ahí, dormida, a mi lado. Miré las paredes como buscando espíritus o alguna señal, pero claro, nada anormal sucedía. Volví a mirarla y la vi tan indefensa y atractiva. Posé mi mano en su cintura y tras esa acción despertó asustada. La calmé, nos acariciamos y nos besamos.
-Ya es tarde -me dijo- está amaneciendo. Debemos irnos, o al menos yo debo irme.
-Esta bien. Vámonos.
Nos vestimos un tanto presurosos, busqué dinero en mi billetera y tras pagarle al administrador salimos a la calle. Parados en la vereda de la calle El Delfín el amanecer ya daba paso a las primeras luces del día y nos sorprendía. Nos miramos y gesticulamos una mueca de sonrisa. Su cabello lucía fabuloso y su piel dorada a los rayos del sol. Las palabras estaban de más. Nos dimos un beso en silencio y cada uno tomó para su lado. Crucé la calle y tras pisar la vereda de en frente sentí curiosidad.
-¡Ey, Ingrid! -grité. Ella se dio vuelta y quedándose quieta me hizo un gesto con su mano indicándome qué quería yo.
-Dime, ¿ya terminó el juego?, ¿ahora podrás decirme tú verdadero nombre?
-Sí, ya terminó. Pero no puedo decirte mi verdadero nombre, Jack.
-¡¿Porqué?! -pregunté confundido y con tono de enojo- ¿de qué sirve un juego que oculta los nombres verdaderos por unos ficticios?
-Es simple, Jack -me constestó- porque tras despertar y despedirnos, los de anoche no hemos sido nosotros.
Entonces volteó y comenzó a caminar. Vi como la calle El Delfín la engullía lentamente hasta hacerla desaparecer. Nunca supe su nombre, nunca volví a jugar a ese juego de pesadillas.
Me encantó! Que lindo texto, intenso, como siempre. Muy bien acompañado por la bellisima Tori.
ResponderEliminarBeso.
@ORNELA MUTI:
ResponderEliminarUn gusto que pases por acá, como siempre.
Los textos intensos o cargados de realismos contemporáneos son los que más me gustan escribir.
Gracias y Beso.
El señor Kafka era también un feedback para ti, pasa a leerlo, lo que quiero veas es, las imágenes...
ResponderEliminarEn viejo Barco Azul.
Hace mucho que no paso por acá...
Espero este bien, señor.
Un saludo de México.
@ESTEBAN ARONTES:
ResponderEliminarPasaré a ver qué se ve.
Un abrazo, amigo.
me llamo jennifer
ResponderEliminarme dio tristeza el relato, hubiera querido que se quedaran juntos...
ResponderEliminarEl miedo hace esas cosas, y ese juego es perfecto para evadirlo y no sentir culpa.
ResponderEliminar@FLOR S:
ResponderEliminarPuede ser, pero es también una manera de sentirse vacío al evadirse tanto, ¿no te parece?
no tan constante...
ResponderEliminarde nada :)
Sí, son las consecuencias.
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