jueves, 10 de octubre de 2013

El odio es así




El odio es así. Surge de un modo inesperado. Acecha en las miradas, en tu mirada, y se escabulle, se te escabulle, sin freno,  en el momento menos esperado,  en el cual te conviertes en una presa insignificante y temerosa que cae rendida a merced de uno de los sentimientos humanos más viles.

Es verano, esa época en que los cuerpos están más cerca del mundo, y vos, desnudándote frente al espejo, logras que mi parte más vergonzosa se exalte y pida clemencia. Tu mirada me rechaza, es esquiva a mis pupilas y sé que es por ese mismo odio que mutó del amor ya fallecido. Observo tu cuerpo, tus curvas, tus senos, la fragilidad de tus pezones, el monte perfecto que tus nalgas forman sobre la cama. Sin embargo más que nunca sé que sos fémina inalcanzable, recargada de un sentimiento oscuro capaz se aniquilar casi instantáneamente como el cianuro.

Te acuestas y ya no me miras. Soy parte de una naturaleza muerta de un pintor venido a menos. Conformo todo lo que nunca quisiste ver en un hombre, y todo fue pasando tan lento, tan invisiblemente, así, como cuan pócima perfecta usada por el hábil envenenador.

El odio es así. Te convierte en un objeto innecesario, capaz de estorbar y sacar de las casillas a esa persona que una vez te profesó amor eterno palabras hermosas cargadas de rocío estival y olor a vides.

Ya no puedes quitarte ese sentimiento hacia mí. Sostengo, irremediablemente, que nunca lo harás. Tan solo no puedes, y créeme que te comprendo.

No habrá otro verano como éste. Es fácil deducirlo, pues será el último. Ya no habrá noches en la playa, ni caminatas por el parque, ni cenas con amigos, ni búsqueda de estrellas fugaces antes que la constelación de Orión se esconda. Todo decanta en un embudo dantesco, gigante, surrealista, que con gran voracidad engulle todo lo que resta... y es que ya casi no resta nada...

El odio y el verano no se llevan, hoy puedo afirmarlo. Intento entender lo sucedido, hacer la autopsia correspondiente al cadáver de nuestro amor fallecido, pero es en vano, me lío, me entorpezco como un niño bobo haciendo una diablura inocente. Me obsesiono con encontrar la punta del ovillo y tirar del hilo, encontrar la trama, visualizar el día en donde vos doblaste a la izquierda y yo a la derecha. Pero es inútil. Día tras día termino rindiéndome a los pies del mismo sentimiento nefasto que se apoderó de todo tu ser maravilloso. Nazco, muero. Nazco, muero. Y ese ciclo es a diario… y finito.



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viernes, 4 de octubre de 2013

El túnel al mar



Pienso en Cynzia, últimamente me es imposible no hacerlo. Cierro los ojos y justo en ese instante viajo a una velocidad vertiginosa por un túnel, estrecho, un tanto lóbrego, que finalmente me deposita en una estancia solitaria, en la cual apenas llego puedo oler su fresco perfume, inclusive el eco de su risa.

Quiero abrir los ojos pero me es imposible. Ya está, el ciclo ha comenzado y es imposible detenerlo. Estoy en esa estancia, rodeado de soledad, con los sentidos en alerta, terriblemente perceptivo, presintiendo más y más la presencia de Cynzia.

Sus dedos, finos y largos, yacen al costado de su cuerpo inmóvil. Los recorro con mis yemas. Están fríos, demasiado fríos. Hay paredes blancas, muy blancas. Una ventana. Tras asomarme veo la playa, el sol altivo, deduzco que debe ser mediodía, su hora favorita. Me vuelvo hacia ella y sigue allí, inmóvil, bella, tan bella como siempre.

A lo lejos el mar murmura. Es un lenguaje extraño que jamás entenderé. En mis momentos más infames y desesperados, mientras lo recorría y maldecía desde la playa, pensé muchas veces que deseaba hablar conmigo, transmitirme mensajes desde sus entrañas, acompañar mi dolor con su inmensidad. Prefería pensar eso a racionalizar la terrible vastedad solitaria.

Cynzia solía decirme que el mar nos cobijaba, que era parte de nosotros dos:

Tú no lo crees decía pero el mar se nos ha metido bajo la piel.

Yo tan solo le sonreía. Ella entonces dejaba su gesto rígido y me retornaba una sonrisa mucho más luminosa que la mía. Me encantaba ese juego, ese cruce de palabras, esa ida y vuelta que nacía de la nada misma.

No debes temerle al mar. Piensa que está ahí, expectante, cuidándonos, velando por nosotros.

Eso mismo pienso en los últimos tiempos. Una imagen se me dibuja cuando lo veo: un gigante adormilado, consolándome, ayudándome a ahogar el vacío.

Tras varios minutos con los ojos cerrados termino finalmente por abrirlos. La luz de la media tarde me enceguece por un instante. Todo es más luminoso que de costumbre. Ya no percibo a Cynzia. El oleaje se ha retirado un poco de la playa, hay espuma esparcida y junto a ella yacen los recuerdos. Se ha ido, ha vuelto una vez más a su mar.



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(Fotografía: Mark Avgust)

jueves, 3 de octubre de 2013

En papel...

Después de tantos años, tantas insistencias de gente querida y consejos de otros, decidí participar en la Antología del VII Encuentro Nacional de Narradores y Poetas "Unidos por las Letras", Bialet Massé (2013)...


Tal vez 2014 me esté esperando agazapado para darme el ultimatum de escribir mi primer libro de relatos largos...