sábado, 29 de mayo de 2010

Espejismo


Espejismo


He pensado en sus orgasmos. En cada movimiento oscilante de su cuerpo, en el contorno de su figura brillando bajo la luz de la luna gracias al exquisito sudor de su piel. Y digo que he pensado en sus orgasmos porque reconozco mi adicción. Reconozco la necesidad de la energía ingresando a mi cuerpo y recorriéndolo palmo a palmo. El sabor de su sexo. La tibieza de su espalda apoyada contra mi pecho.

No soy de pensar en orgasmos. Lo hago desde que la he perdido. Los rememoro y los busco. Pero por más que los busque no los encuentro. No están presentes en ninguna otra vagina, ni en ningún otro útero, ni en ninguna otra piel. Y esa pérdida me trastorna, me hace enloquecer en las noches que mi virilidad me indica que aún soy joven, que aún debo seguir amando y dejando huellas en las féminas.

Me pregunto, en algunos momentos de cordura, si algún día podré dejar de pensar en sus orgasmos. Si llegará el día que no extrañe su sabor y que no desee mojar las palmas de mis manos en el sudor de su cuerpo. ¿Y qué si llega ese día?, ¿seré feliz?, ¿volveré a ser libre?, ¿o simplemente seré otro hombre que creyó estar atrapado y tras la liberación cayó al desierto de la más angustiosa soledad?

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(Imagen: Mariela Malte (b. 1970, Argentina)"bendita", 2008 http://www.facebook.com/album.php?aid=169129&id=176516014793&ref=mf#!/photo.php?pid=4034963&id=176516014793 )

martes, 18 de mayo de 2010

Dolor


Dolor

Sentado a la vera del río observo el oleaje irregular. Manso, tranquilo, lánguido. En cada diminuta ola reposa parte del dolor que siento. Lo he diseminado en pequeñas partículas sobre el agua, así, no duele tanto. Vivo en una ciudad construida de dolor. Nadie le puede escapar, ni siquiera yo. Ni siquiera aquí, a la orilla del río, es posible huir. Nadie escapa. Nadie nunca escapó. Sin embargo yo necesito hacerlo.

De repente la paz reposa sobre el agua. El oleaje cesa. Corro desde la orilla y me lanzo al agua. Me hundo lentamente. No hay resistencia. Nada de pensamientos. En esos pocos segundos logro escuchar el sonido de la naturaleza. Luego ya nada. Abajo es todo oscuro y frío. El dolor lentamente desaparece, se filtra por mis poros y se diluye en el agua verdosa ¿Esto es morir?, pienso.

Ahora camino en la margen del río. Puedo observar las estrellas y tocarlas si quiero también. Saltar a la otra margen, o bien sumergirme nuevamente al fondo del río. Jugar con los peces, dormirme sobre una piedra o también nadar sin cansarme. Ya no hay límites. Y el oleaje nuevamente se vuelve irregular. Murmura. Vuelve al diálogo. Pero se siente distinto pues ya no hay dolor. El dolor quedó atrapado en las burbujas que aún recorren el río en dirección a la ciudad.

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(Imagen: http://www.flickr.com/photos/richwarburton/52471135/ )

martes, 11 de mayo de 2010

La genial condición


La genial condición



Una única condición debía cumplir para ser nuestro amigo y era simplemente ser un genio. Era la condición sine qua non, tal vez absurda, pero válida para todo nuestro círculo al fin. A la medianoche tocaron la puerta de mi casa de campo, la misma que habito los fines de semana cuando salgo del asco de la ciudad, esa que queda detrás de la arboleda, al frente del lago, al costado del viejo cementerio. Su pelo chorreaba agua y tiritaba como un poseído, es que llovía copiosamente y hacía frío.

- ¿Qué haces aquí?, pasa. –le dije con tono seco.
- Disculpe, es que lo he pensado bien y sé como demostrar mi genialidad.
- ¿Sí?, pues demuéstramelo entonces, niño –le dije mientras le alcanzaba una toalla.

Fue entonces que sacó de su abrigo de lana empapado una servilleta de papel mojada. Extendió el papel hacia mí. Era un poema de Bukowski.

- Yo sé quién es Bukowski, Alan, ¿pero por qué me das este poema?, ¿acaso te tomarás el atrevimiento de decir que tú lo has escrito? –dije enojado.
- No, claro que no. Usted sabe mucho de literatura, jamás podría engañarle. Es que yo soy como el niño genio, como el del poema, ¿entiende?

Entonces me quedé mirándolo mientras los leños de la estufa hogar detonaban explosiones cargadas de chispas. Siempre hay un punto en el universo donde el tiempo nos da un pequeño golpe en nuestra mente, casi imperceptible, para ser capaces de entender lo que a simple vista se nos niega. Releí el poema serenamente.

conocí a un genio (Charles Bukowski)

conocí a un genio en el tren
hoy
como de 6 años de edad
se sentó a mi lado
y mientras el tren
avanzaba a lo largo de la costa
llegamos hasta el océano
entonces él me miró
y dijo,
no es hermoso.
fue la primera vez que me
percaté
de ello.

Cuando terminé mis ojos estaban empapados de lágrimas. Tal vez era por haberme imaginado tan realísticamente el mar. Removí el pelo de Alan despeinándolo. Sonreí en silencio secándome las lágrimas y lo palmeé un par de veces.

- Bienvenido al club amigo, ya no hace falta que me demuestres ser un genio. Ya lo has hecho.

Alan sonrió y me abrazó.
La servilleta de papel con el poema ahora se secaba a la orilla de la estufa mientras nosotros nos percatábamos de la lluvia.

(Extraído de mis viejos escritos...)


(Imagen: http://www.flickr.com/photos/whoolichen/4570058664/in/pool-tic )

lunes, 3 de mayo de 2010

Energías invisiblemente atómicas


Mientras ella bailaba dentro de la disco él solo la observaba. Entre ambos, varios millones de años luz, sin posibilidad alguna de viaje.

Y él pensó:

¿Me estaré volviendo loco por ella?, ¿le pasará lo mismo? No. Ella ni sabe quién soy.
Fue entonces que su amiga se le acercó y dijo:

- Es linda.
- Sí. Muy. Demasiado. Demasiado “muy”.
- Nunca es demasiado. Además, tú eres lindo.
- ¿Yo?
- Sí. Tú.
- Lo dices porque eres mi amiga.
- Entonces lo diré de otro modo, ¿sí?

La gente bailaba hipnotizada, las luces brillaban y también danzaban al ritmo de la música y a su vez, dentro de cada mente, había universos distintos. Él miró a su amiga y se aprestó a escuchar el otro modo.

- Tú eres muy, demasiado “muy” para mí.



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(Imagen: http://www.flickr.com/photos/therussian/4078327687/in/pool-924913@N23 )