miércoles, 23 de noviembre de 2011

A la deriva



Hace mucho frío -dije-, y no me miraste. Solo caminabas concentrado en tus pies y viendo cómo se ponían cada vez más rojos al pisar la nieve. Creo que nos hemos perdido -dije al rato-, y ni te percataste de mis palabras. El aire frío traspasaba mi abrigo, se me helaba la piel. Mi rostro se envolvía en un halo de calor y al rato desesperaba, se volvía rígido, lograba sentir con mucha vehemencia como la carne ardía, dolor, soy presa del frío.

¿Hacia dónde nos dirigimos? –pregunté, intentando que me hablaras-, entonces diste la vuelta, sacaste tus manos de los bolsillos y con un asalto de ira en tú rostro me abofeteaste, hiciste que cayera de rodillas en la nieve y un hilo de sangre desprendido de mis fosas nasales agredió la blancura nívea de ésta. Sin embargo no derroché ni una sola lágrima. No, ni una sola. No deseaba llorar, solo deseaba que aquel dolor terrible se aliviara en mi rostro y que mi ira se calmara.

No navego contigo –te dije-, solo voy a la deriva. Entonces volviste a pegarme y mis ganas de seguirte cesaron. Caí de bruces sobre la nieve sintiendo cómo ésta me quemaba la mejilla. A lo lejos los pinos, con sus copas cargadas de nieve, parecían ser los únicos testigos de nuestra huida tan patética.

Entonces, mientras veía cómo te marchabas, sacando las últimas fuerzas que quedaban atrapadas en los confines de  mis tripas, formulé mi última pregunta antes de la oscuridad: ¿Sabías que te quiero?...

Nunca pude escuchar tú respuesta.




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(Fotografía: http://goo.gl/O10Cn )

lunes, 21 de noviembre de 2011

Soñando conmigo




Suelo despertar en mitad de la noche creyendo escuchar el sonido del mar. Escucho el susurro del viento, el rumor del oleaje, como rompen las olas al llegar a un acantilado, como se esparce la espuma sobre la arena. Sin embargo, al abrir los ojos solo veo la densa oscuridad que me rodea, los breves destellos de las luces de mercurio de la calle. Y mi mar, el mar de mis sueños, está allí, en algún lugar del mundo, soñando conmigo.



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(Fotografía de Edouard Boubat, http://goo.gl/yqt2n)

Ojos de luna




Volvía en colectivo después de un día de tanto trabajo, en donde las cosas no salían bien de por sí, desde la raíz. Jugaba con el boleto entre mis dedos. Analizaba los números, calculaba matemáticamente con ellos, hasta me sentí triste por saber que una vez más no había sacado capicúa.

Al llegar a una parada anterior a la mía veo descender a una mujer gorda, ya de edad, con dos niños. El resto del pasaje permanecía sentado, ensimismado en sus pensamientos, divagando por sus mundos personales sin prestarle atención a nada, solo a lo puntual y de su interés: sus propias vidas. La mujer al llegar al último escalón aflojó su rostro un tanto fatigado y me miró directamente a los ojos. Miraba con ojos de luna: grandes, luminosos, expresivos. Comprendí en un instante que deseaba ayuda. De un salto del asiento me dirigí hacia ella, tomé primero a uno de los niños en mi brazo derecho, luego le di la mano al otro. El chofer del colectivo pisaba el acelerador, se podía sentir el nerviosismo de sus pies sobre el pedal, la impaciencia de su sistema nervioso, al igual que el resto del pasaje zombi, en el aire. La mujer gorda descendió el último escalón y parada sobre el cordón de la vereda abrió sus brazos y me recibió al primer niño. Luego al otro. Y se quedó allí, mirándome.

En un movimiento brusco que me tomó desprevenido el colectivo arrancó y choqué contra una de las barandas para sujetarse. Logré sostenerme gracias a un señor, de calvicie prominente, que sentado justo al lado de la baranda puso su codo para que no cayese sobre él y lo clavó justo en mi torso, a la altura de mi riñón. Duele, pensé, pero solo fue un pensamiento. Mientras el colectivo aceleraba más y más pude observar a la mujer gorda aún parada sobre el cordón de la vereda con los dos niños tomados de cada mano. Sus ojos de luna parecían seguirme, tal como los lobos siguen a la luna en noches abiertas.

Volví a sentarme en el asiento, nadie me miraba, todos seguían mirando al frente o por las ventanillas, como si nada hubiera sucedido.  Metí la mano en el bolsillo del pantalón y saqué el boleto. Miré los números y comprendí que eran números de suerte. Cerré el puño y dejé el billete presionado en la palma de la mano. De algún modo, inesperado, claro, yo había despertado, había logrado ver aquellos ojos de luna que nadie más a mi alrededor se había percatado, pude ver un poco más allá de la gran somnolencia que siempre nos mantiene aletargados, y ahí estaba, la vida, con una de sus señales, tan viva y resplandeciente, tan ignorada por todos, llamándome.


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(Fotografía: http://goo.gl/rAxua)

sábado, 5 de noviembre de 2011

El retorno del profesor de baile




Después de casi dos meses de lectura he terminado de leer el libro “El retorno del profesor de baile” (The Return Of The Dancing Master,  su título original en inglés) de Henning Mankell. Me interesa escribir sobre ello porque es el primer libro de suspenso, intriga, y novela policíaca que termino de leer con gran expectativa. Es un género, la novela negra y la novela policíaca, que nunca terminaron de atraparme del todo. Probé con varios escritores distintos, varias novelas, desde Frederic Forsyth, Andrea Camilleri, Graham Greene, etc, y ninguno terminó atrapándome como lo hizo Henning Mankell con éste libro.

Los escritores siempre tienen algo que hace de su escritura una “cosa”, un “algo”, distinto al del resto. Eso que los identifica y los hace únicos se logra, creo yo, con mucho esfuerzo y cierta parte de “don” propio. El liso y llano talento. El género policial nunca había sido mi atracción, como ya dije antes, pero al leer la última página de “El retorno del profesor de baile” me quedé pensando en una excelente historia, perfectamente tramada y cargada de personajes “comunes”, tangibles, muy contemporáneos.

Cuando uno lector cierra un libro tras su lectura definitiva hace un rápido racconto global de lo leído, y en ese pequeño y breve momento queda el “jugo” resumido de la historia que tal vez leyó en días o meses. Mi sensación tras la lectura de este libro ha sido más que satisfactoria, podría decir que logré descubrir un escritor que en ningún momento me aburrió, que en ningún momento me avasalló de información técnica de armas, lugares, métodos, etc, sino que se centró en darle vida a personajes muy “normales” y a su vez muy cargados de vida contemporánea, y a ellos los insertó en un trama policial.

“El retorno del profesor de baile” es un libro atrapante, que se presenta como fácil de leer y poco a poco te va sumergiendo en una trama cargada de sensaciones. En dicha trama se mezcla el nazismo, los grupos neonazis, las ideologías políticas, las injusticias, las revanchas y las venganzas. Todo se funde en un gran cóctel ideado y perpetrado por este gran escritor sueco como lo es Mankell.

A quien guste de leer es un libro más que recomendado.