lunes, 27 de septiembre de 2010

Elvis



Hace unos cuantos sábados atrás (no sé exactamente cuántos) fui a bailar. Me había peinado a lo Elvis y tenía puestas las botas texanas que compré en oferta en los ochenta. Pasé unas cien veces frente al espejo y ni una de las veces dejé de adularme. «Esta noche matás, loco», me decía.

En medio de la bailanta parecía un Michael Jackson endemoniado. Hasta hacía pogo. Todos me miraban. Seguramente nunca habían visto bailar a un tipo así y querían imitarme. Pero los buenos y originales no se copian, ni tampoco se imitan (algo así como reza en la bandera de «La doce» de Boca Juniors). Bailé mucho. Transpiré más. En un momento, mientras el éxtasis y la psicodelia me hacían presa suyas, una morocha se me acercó. Parecía que flotaba. Tenía unos ojos marrones enormes, unos pechos altivos como misiles que reivindicaban al push-up, y una boca sensual y brillante gracias a esos lápices labiales chinos que vienen llenos de brillantina.

- Hola, me llamo Julieta –dijo.
- Hola, yo Elvis –respondí.
- ¡Ah!, ¿Cómo el rockero?
- Similar, más como el panadero de mi barrio –aclaré.

Bailamos un rato. Ella ni me miraba, pero yo podía sentir su cercanía como si estuviera construida de magnetita. Al cabo de media hora volvió a mirarme. Me habló:

- ¿Sabés?, extraño a mi ex novio. Era un divino, pero era aburrido.
- Pobre tipo –dije.
- Sí. Y mientras bailaba acá con vos me puse a pensar en mi otro ex novio. Ese era varonil y viril, pero no aguantaba demasiado en la cama. También me aburría.
- Pobre tipo –volví a decirle, pues otra cosa no se me ocurría.
- El único más interesante fue Marcelo que fue el anterior, de mi anterior, de mi anterior ex novio. Él era respetuoso, intelectual, con lindas facciones y un físico muy sexy. Me encantaba acostarme con él. Me encantaba que me leyera libros antes de hacer el amor. También cuando opinaba sobre política o historia, aunque yo no entendiera nada de eso.
- ¿Y por qué lo dejaste? –pregunté ya aturdido.
- Porque en cierto punto era hueco, me celaba y por las mañanas cuando me despertaba lo miraba y pensaba que era como un muñequito de torta de casamiento: un modelo perfecto pero tieso.

Seguimos bailando. Pasaron temas de Andrés Calamaro, de Los Auténticos Decadentes y de cumbia villera. El jopo ni se había movido. Las patillas imitación se mantuvieron bien. La morocha estaba infrenable. Entonces la agarré de la mano y la saqué al patio trasero de la disco. Estaba nublado y de a ratos la luna se dejaba ver. Supuse que era por celos, no por el clima. Entonces la besé. Después le toqué los pechos y cuando quise tocarle la cola me pegó una cachetada. «¡Sos como todos!»-me dijo-«¡después dicen que una es la tarada!» Y la vi irse entremedio de la multitud. Nunca pude olvidar esa cola. Después volví al baile. Hice pogo de nuevo y bailé con Los Pericos.


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(Imagen: http://www.todochistoso.com/wp-content/uploads/2008/04/caricatura-famosos-11.jpg )

martes, 21 de septiembre de 2010

Estrella


D
etrás de la puerta del departamento 45 vive Estrella. Anoche, como otras tantas noches, la escuché llorar. Era un llanto fino y lastimero. Causaba profunda tristeza. Golpeé su puerta y al rato abrió. Presurosamente limpio restos de delineador de ojos que recorrían sus mejillas como lava volcánica a punto de apagarse. Sus ojos, hinchados por el llanto, parecían pedir un poco de piedad. Me consternó. Me hizo pasar y nos sentamos, yo en una silla y ella en su cama de trabajo. Entre sollozos y suspiros me contó que un tipo la noche anterior la había humillado. Un cliente, un pendejo hijo de ricos, después de haberse acostado con ella le tiró los billetes en la cama y había agredido verbalmente su cuerpo.

Bronca. Esa es la palabra que sentí en ese momento. Estrella es una mujer buena. Es una de esas putas que uno con el tiempo le toma cariño, luego lástima (no es bueno ternerle lástima a la gente). Sin embargo ella tiene un gran problema: se enamora de sus clientes. No sé como es el amor de las putas. Si es igual al del resto o difiere drásticamente. Sí puedo decir que Estrella se enamora como todo el mundo y a veces un poco más. A veces los clientes después del uso que le dan le piden cosas como cervezas, cigarrillos, o dinero para drogarse. Ella se los da. Después, con la realidad enmascarada detrás de la acción, sobreviene el llanto y la desilusión.

Anoche el hijo de ricos le hizo mal. Tuve que consolarla durante largo rato. No paraba de llorar. Más que el llanto la pena era lo más duro de sobrellevar. Mientras la apreto contra mí pecho noto que su cuerpo ya tiene vencimiento. Los años no vienen solos. La naturaleza no ha sido buena con ella. Digamos que se olvidó de darle belleza y ahora, en su vejez, la castiga con mano dura. Estrella nunca fue una mujer atractiva. Sigue llorando, parece un niño.

Quise buscar palabras para calmar su aflicción pero no encontré ninguna. O mejor dicho se me ocurrieron algunas frases, pero ninguna lo suficientemente justa para levantar su ánimo. Pensé decirle «sos bonita, ya aparecerá un tipo que te quiera de verdad», o «no te pongas mal, los tipos son todos unos estúpidos», o tal vez «dejá, no vale la pena ponerse mal por un pendejo hijo de ricos, ellos no saben amar», pero no me salió. De algún modo lo que mis ojos veían era un cuerpo condenado ante el paso del tiempo. Un envoltorio vetusto y pasado de moda condenados al fracaso perpetuo de la esperanza y el deseo.

Cuando me paré para irme me apretó fuerte la mano. «No te vayas», me dijo. Entonces me quedé un rato más. Al volver a sentarme se me ocurrió una frase, algo que tal vez no le sonaría tan mal y podría esbozar una diminuta sonrisa entre tanta pena: «Estrella podés ser una mujer maravillosa, pero a la hora de amar los hombres buscan encontrar siempre los mismos accidentes geográficos, carentes totalmente de los ecos de tú mundo interior. No vale la pena afligirse por ese tipo de hombres. Para ellos el mundo interior no cuenta.» Apretó aún más mi mano y concentró más su llanto. No le hice bien, pensé. Finalmente se quedó dormida. La observé por un instante: el delineador de sus ojos manchando sus mejillas, su lápiz labial desbordando sus labios, la costra que hacía base de su maquillaje totalmente erupcionado. Entonces acaricié su cabeza y salí de su habitación. Hay cosas que ya no me sorprenden y menos cuando están al alcance de la noche.


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(Imagen: http://treeinabox.blogspot.com/2010/01/roses-in-her-eyes.html )

domingo, 19 de septiembre de 2010

Pendiendo al vacío



La muerte es solo el siguiente paso…

A
unque ya no estés vives en mis recuerdos, en mis sueños, en las imágenes en movimiento que mi mente aún atesora ¿Acaso piensas que por las noches te olvido? No. Jamás lo haría. Subo. Escalo. Llego a lo más alto del edificio y ahí, invocando la soledad, me mimetizo contigo. En el silencio me parece escuchar tú voz, el chasquido de tú sonrisa, ver el destello de tus ojos brillantes, la luminosidad de tú pelo rubio. Y te desvaneces. Me quedo solo. Con los pies pendiendo al vacío, el corazón afligido y esa horrible ausencia que jamás me abandona.

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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Pesadillas y sudores



C
Corría. Rápido, muy rápido. Mientras lo hacía podía verme la punta de las zapatillas. Eran blancas y estaban percudidas. Primero el pie derecho, luego el izquierdo. Ese ciclo parecía eterno, pues corría sin un plan determinado, sin un objetivo, tan solo corría entre la espesa niebla. Para cuando terminaba de correr me encontraba acurrucado en el fondo de una oscuridad absoluta, donde la nada reinaba. Entonces tan solo éramos la nada y yo.

Cuando no corro, lloro. O también camino, o rio. No sucede en un orden preciso, mas bien se da según el antojo de alguien superior a mí. Tampoco se asocia con el clima, ni las fases lunares, ni siquiera con mis estados de ánimo. Solo sucede y listo. Algunas veces me imagino ser como un engranaje que desearon fuese perfecto, pero algo sucedió en la creación y no resultó con perfección. De la imperfección tal vez broten esas pesadillas. La imperfección, vista de este modo, resulta una exquisitez, al igual que la imperfección de todo el mundo. Eso pienso al despertar.

Sudado y nervioso, así es el despertar. Cada despertar se transforma en la bocanada de aire puro que me retorna a la vida que llevo y denomino normal. Se siente increíblemente satisfactorio. Los ojos abiertos completamente, las primeras luces del amanecer y el sonido de los pájaros que revolotean los árboles del jardín. Ya no corro, ya no lloro, ni camino, ni rio. Las pesadillas me abandonan. Se esfuman tal como aparecieron. Y siento como el sudor baja la temperatura de mi piel, y la agitación galopa en mi pecho. Sin embargo en ese instante ya soy libre. Estoy a salvo.


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(Imagen:   Samuli Heimonen - With my own eyes. Acryl and oil on canvas. 145cm x 175cm. 2009 )

viernes, 10 de septiembre de 2010

Días en que el mundo se torna extraño



T
enía ganas de hablar con alguien. Del tiempo, de política, de las noticias del diario (aunque fueran viejas), de cualquier cosa. No importaba de qué, tan solo deseaba hablar con alguien. Sin darme cuenta, me puse a hablar solo. Así empezó un monólogo monocorde en el cual solo yo era el centro de atención y exposición. Fue al rato, cuando caí en la cuenta que mi conciencia casi me había abandonado, que la vi sentada en la cama. Su espalda desnuda, sus cabellos lacios sobre los hombros, un pantalón corto de jeans y sus piernas cruzadas en pose budista. Me observaba sobre su hombro con una mirada inquisitoria. Y yo hablaba. Mantenía el monólogo de una manera absurda. No podía impedirlo. Era algo ajeno a mí. Quería detenerme, serenarme, pero me resultaba imposible. Mi boca, peleada con mi mente, generaba palabras y frases sueltas en una acción totalmente autoritaria.

- Completas el mundo de las rarezas –dijo ella ¿Nunca te lo han dicho?
- No –respondí con mucha vergüenza.
- Pues entérate. Eres demasiado raro. Muy raro.

Comencé a desnudarme con lentitud. Primero la camisa, luego los zapatos, las medias, el pantalón, la ropa interior. Desnudo me mostraba ante sus ojos.

- Ven –dijo haciéndome una seña con su mano derecha- acuéstate conmigo.

Me acosté a su lado. Ya no tenía ganas de hablar. Sentía vergüenza y excitación a la vez. Podía observar la humedad de sus labios y el destello de sus pupilas. El erizamiento de sus poros, el perfume de su piel, la perfección de la aureola de sus pezones. Ahora ninguna palabra podía expresar lo que sentía. Miré el reloj. Las agujas marcaban las cinco de la madrugada. Me acurruqué en su pecho. Acarició mi pelo y comenzó a cantar una bonita canción de cuna. Agucé el oído. Me dejé llevar por la dulce voz, y sin pensarlo demasiado volví a habitar ese extraño mundo del cual yo soy la mayor rareza.


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(Imagen: http://arrestedmotion.com/wp-content/uploads/2010/09/selma-preview_full.jpg )

lunes, 6 de septiembre de 2010

Sin helio para los globos ni maíz para las palomas

La pobre infeliz comenzó doblando pequeños papelitos y ensobrándolos en sobres de menos de un peso de costo. Escribía citas de amor, citas de esperanza, y ese tipo de cosas que solo arrancan suspiros a quienes tienen la vista puesta en el mismo plano. Las misivas cada vez eran más inteligentes, más cargadas de sentimientos. Usaba una estilográfica con ribetes de oro que un novio cincuentón y adinerado supo regalarle cierta noche que quedó satisfecho.

No se daba por vencida. Algo le decía, muy en su interior, que encontraría a ese alguien que la viera más allá de sus carnes. Por esos días se enteró del correo electrónico pero le tuvo desconfianza, entonces se aferró más a la correspondencia clásica. Sacaba nombres de guías de teléfono, de publicidades, de los diarios y hasta de las revistas de moda. También se llegó hasta el río y metió dentro de botellas de vino vacías los mismos papelitos ¿Quién sabía si el amor de su vida no fuera un pescador o bien un mercante?

Las cartas le eran pocas, entonces decidió usar globos, palomas mensajeras, más botellas en los ríos y mensajes de radioaficionados. Comenzó a sentir que llegaba a todo el mundo, que su geografía ya no se circunscribía a su ciudad, o a sus ríos o a su cielo. No. Iba más allá. Entonces le hizo frente a la tecnología y abrió su primera cuenta de correo electrónico. Le gustaban los dibujitos de la pantalla y a su vez se preguntaba si aquello sería serio. ¡Claro que es serio!, dijo después de un mes de mandar miles de correos electrónicos. Miles de hombres bien dispuestos atestaban su casilla de correo. Algunos con palabras elegantes, otros invocando nuevamente sus carnes. Ella clasificaba a ojo de buen cubero.

Entonces palpó el éxito. Se sintió diosa. Había logrado llegar al planeta entero y cautivó a cientos de hombres galantes. Pensó que su poder mágico en las palabras era el embrujo que hacía bullir a los hombres en el centro de sus corazones. Ya no más estilográfica, no más cartas, no más botellas, no más nada de aquello tan anticuado. Ahora era amor medido en ceros y unos, en frases, en letras, en arrobas. Ya no necesitaría más helio para sus globos o maíz para sus palomas.


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miércoles, 1 de septiembre de 2010

El ángel negro de medianoche



H
ot’s es un gran lugar. Es de esos lugares justos para abrir los muslos en la penumbra y conocer a alguien desconocido en la noche.
Esa noche, como todas las chicas buenas, me empolvé la nariz, ajusté el push-up y salí de la casa con un toque sutil y femenino al cerrar la puerta. Es que una nunca debe perder esa feminidad que la caracteriza y la hace un animal único… y mucho más por las noches.

Las calles están más pobladas que durante el día. Ahora hay gatos, todos pardos. Gatas, de uñas afiladas, ojos resplandecientes y pieles finas. Me miran con sus ojos escudriñándome. Saben a la perfección que no pertenezco al vecindario. Yo me sonrío. Sigo caminando con mis tacos aguja y desparramando Channel. Eso enfurece a los gatos nocturnos. Lo noto en sus ojos que ahora se vuelven delgados como un alfiler.

No me sorprenden las marcas: Audi, Mercedes Benz, Chrysler, Rolls Royce, y siguen. Todos con potentes ópticas que dejan la noche como la cara visible de la luna. Los gatos caminan delante de ellos, los acarician, no les importa perder una de sus almas por un instante de fama bajo aquellas nubes de fantasía. Pienso si será mi noche. Tal vez sí, me digo. Increíblemente alguien se me acerca, lo percibo. Siento esa necesidad imperiosa de sacar lo mejor de mi seducción. Lo haré. Eso me prometo.

Entro a Hot’s. La música lo envuelve a todo. Eleva. Es un bosque de desconocidos. Figuras fantasmagóricas en las paredes, luces multicolores, humo, ojos de gatos, ojos de palomas perdidas. Es difícil saber dónde terminaré esta noche. Creo que tampoco importa mucho. A veces son necesarios ciertos sacrificios para lograr un minuto en el cielo. Eso piensan muchas como yo cuando ingresan a Hot`s. Afuera, es otro mundo, como los de Isaac Asimov, de ciencia ficción.

Mientras bailo y danzo en medio de la pista siento que mi cabello flamea. Mis rulos se envuelven al ritmo del sonido entre el humo del tabaco y la atmósfera densa. Nadie me ve. Nadie sabe que estoy aquí. Es mi mundo unipersonal. El mismo que está conformado por mi cuerpo, mi mente y mi esencia de mujer. Sigo bailando. Muevo mis caderas, mi cola, levanto los brazos, siento mis pechos seguir a mi cuerpo. Es un estado de éxtasis pleno. Algunos gatos me envidian. Otras miradas me desean al punto de querer abordar mi universo.

De repente alguien toca mi espalda y siento un fuego que me corroe. Esa sensación no es común. Nadie produce fuego al simple contacto. Volteo y está frente a mí. Es un hombre común y corriente para todos pero no para mí. Para mí es un ángel negro a la medianoche. Me habla y no le escucho. Me gesticula y me conmueve. De él emana algo que solo él puede producir y por lo tanto lo hace único e irrepetible en la faz de la tierra. Me hace señas. Me invita a salir afuera. Tengo ganas, de todo, entonces lo sigo.

La noche está más fría que nunca. El cielo oscuro y profundo. Las luces de las ópticas dormidas. Él saca un cigarrillo de su campera y me convida. Hace un hueco con la palma de su mano y tras accionar el encendedor me da fuego. Veo el destello de sus ojos en la penumbra. Me siento atraída como pocas veces ¿Eres mi ángel? –deseo preguntarle, pero no lo hago, me muerdo los labios e intento seguir caminando con los tacos altos acertando al lomo de los adoquines. La piel se me enfría rápido y él lo nota. Reluce su caballerosidad colocándome su campera sobre los hombros y es por primera vez que absorbo completamente la sensualidad de su perfume: Armani.

Observo mi escote, se nota sensual. Observo sus ojos almendrados posarse en mis pechos. Me siento linda para él. Eso me atrae. Lo beso. Me besa. Imagino que con sus alas negras me cubre por completo y el frío se disipa. Del medio de la noche ha surgido y he logrado lo que quería. Como una gran cazadora de vampiros siento la necesidad de su sangre, de toda su carne. Se inclina nuevamente, pero esta vez no me besa. Me habla.
_ ¿Cuál es tú pena? –pregunta.
Entonces yo enmudezco. Una espiral de imágenes se contorsiona a mi lado y me muestra una a una las penas que afligen mi humanidad endeble. Ahora sus alas ya no son negras sino que comienzan a parecer de color blanco. Daría cualquier cosa por percibir la mirada de los gatos pardos o la tibieza de las ópticas de los automóviles de lujo. Sin embargo estoy sola frente a él en medio de la calle, tiritando, sin saber qué decir, o mejor dicho por dónde comenzar a explicar las penas que aquejan mi alma.


No sé cómo volví a casa. Pero ahí estaba, tendida sobre el sofá con la luz del sol sobre el resto de maquillaje que me quedaba. Un olor a perfume Armani de hombre impregnaba mi piel casi por completo. Recordaba todo a medias, con claroscuros, sin conclusiones tajantes. Sentí mucha soledad. Miré mis muslos, firmes y brillosos, sentí mi sexo con la humedad del deseo insatisfecho, toqué mis pechos rígidos y deseosos, y todo me sumía aún más en una confusión exasperante. Hot’s a veces tiene esas cosas inexplicables. En medio de la noche, cuando todos los gatos son pardos y tiendes a mimetizarte puede que el vuelo de un ángel negro te sorprenda. Que de la nada aparezca y que penetre en tú vida dándote un zarpazo en tú tibia conciencia.

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(Imagen: http://go2.wordpress.com/?id=725X1342&site=misapropiaciones.wordpress.com&url=http%3A%2F%2Fmisapropiaciones.files.wordpress.com%2F2010%2F06%2Fafterdark.jpg&sref=http%3A%2F%2Fmisapropiaciones.wordpress.com%2F2010%2F06%2F15%2Fafter-dark-de-haruki-murakami%2F )