C
Corría. Rápido, muy rápido. Mientras lo hacía podía verme la punta de las zapatillas. Eran blancas y estaban percudidas. Primero el pie derecho, luego el izquierdo. Ese ciclo parecía eterno, pues corría sin un plan determinado, sin un objetivo, tan solo corría entre la espesa niebla. Para cuando terminaba de correr me encontraba acurrucado en el fondo de una oscuridad absoluta, donde la nada reinaba. Entonces tan solo éramos la nada y yo.
Corría. Rápido, muy rápido. Mientras lo hacía podía verme la punta de las zapatillas. Eran blancas y estaban percudidas. Primero el pie derecho, luego el izquierdo. Ese ciclo parecía eterno, pues corría sin un plan determinado, sin un objetivo, tan solo corría entre la espesa niebla. Para cuando terminaba de correr me encontraba acurrucado en el fondo de una oscuridad absoluta, donde la nada reinaba. Entonces tan solo éramos la nada y yo.
Cuando no corro, lloro. O también camino, o rio. No sucede en un orden preciso, mas bien se da según el antojo de alguien superior a mí. Tampoco se asocia con el clima, ni las fases lunares, ni siquiera con mis estados de ánimo. Solo sucede y listo. Algunas veces me imagino ser como un engranaje que desearon fuese perfecto, pero algo sucedió en la creación y no resultó con perfección. De la imperfección tal vez broten esas pesadillas. La imperfección, vista de este modo, resulta una exquisitez, al igual que la imperfección de todo el mundo. Eso pienso al despertar.
Sudado y nervioso, así es el despertar. Cada despertar se transforma en la bocanada de aire puro que me retorna a la vida que llevo y denomino normal. Se siente increíblemente satisfactorio. Los ojos abiertos completamente, las primeras luces del amanecer y el sonido de los pájaros que revolotean los árboles del jardín. Ya no corro, ya no lloro, ni camino, ni rio. Las pesadillas me abandonan. Se esfuman tal como aparecieron. Y siento como el sudor baja la temperatura de mi piel, y la agitación galopa en mi pecho. Sin embargo en ese instante ya soy libre. Estoy a salvo.
(Imagen: Samuli Heimonen - With my own eyes. Acryl and oil on canvas. 145cm x 175cm. 2009 )
Buena descripción de la pesadilla y sí, que bien y "a salvo" se siente uno al despertar...
ResponderEliminarMe gustó.
Saludos
Jeve.
Las pesadillas son largos paseos por miedos e inseguridades. Despertamos y...¿realmente estamos a salvo?
ResponderEliminarBesos mil!
no suelo pensar en el atractivo de la imprefección al despertar de una pesadilla.. aunque.. no soy de las que las tiene seguido, jeje, digamos que mi conciencia está "tranquilona", y la vida no me alcanza a castigar por ese lado..
ResponderEliminarpero ahi me encontraba yo viendome los pies, primero el derecho, luego el izquierdo.. como un ciclo... eso me gustó..
Saludos!
@JEVE:
ResponderEliminarMuchas veces he sentido personalmente ese alivio al despertarme de una pesadilla. Hasta he buscado escapar de la pesadilla y he sonreido al despertar. Es increíble pero real, ¿no?
Saludos.
@SILVIA:
ResponderEliminar¿Será cierto eso?, me refiero a los miedos e inseguridades y a que nuestro subconsciente nos lo muestre en pesadillas o sueños. Tal vez sí, tal vez haya algo de cierto en todo eso.
Creo que estamos a salvo, sí.
Besote ;)
@CIN:
ResponderEliminarSupongo que es como todo, a algunos las pesadillas o miedos los acosan y otros casi ni se enteran. No obstante el personaje del relato parece haber "respirado" con alivio al despertarse. Tal vez él sí tenía algún que otro problema atrapado en su subconsciente.
Saludos