viernes, 4 de octubre de 2013

El túnel al mar



Pienso en Cynzia, últimamente me es imposible no hacerlo. Cierro los ojos y justo en ese instante viajo a una velocidad vertiginosa por un túnel, estrecho, un tanto lóbrego, que finalmente me deposita en una estancia solitaria, en la cual apenas llego puedo oler su fresco perfume, inclusive el eco de su risa.

Quiero abrir los ojos pero me es imposible. Ya está, el ciclo ha comenzado y es imposible detenerlo. Estoy en esa estancia, rodeado de soledad, con los sentidos en alerta, terriblemente perceptivo, presintiendo más y más la presencia de Cynzia.

Sus dedos, finos y largos, yacen al costado de su cuerpo inmóvil. Los recorro con mis yemas. Están fríos, demasiado fríos. Hay paredes blancas, muy blancas. Una ventana. Tras asomarme veo la playa, el sol altivo, deduzco que debe ser mediodía, su hora favorita. Me vuelvo hacia ella y sigue allí, inmóvil, bella, tan bella como siempre.

A lo lejos el mar murmura. Es un lenguaje extraño que jamás entenderé. En mis momentos más infames y desesperados, mientras lo recorría y maldecía desde la playa, pensé muchas veces que deseaba hablar conmigo, transmitirme mensajes desde sus entrañas, acompañar mi dolor con su inmensidad. Prefería pensar eso a racionalizar la terrible vastedad solitaria.

Cynzia solía decirme que el mar nos cobijaba, que era parte de nosotros dos:

Tú no lo crees decía pero el mar se nos ha metido bajo la piel.

Yo tan solo le sonreía. Ella entonces dejaba su gesto rígido y me retornaba una sonrisa mucho más luminosa que la mía. Me encantaba ese juego, ese cruce de palabras, esa ida y vuelta que nacía de la nada misma.

No debes temerle al mar. Piensa que está ahí, expectante, cuidándonos, velando por nosotros.

Eso mismo pienso en los últimos tiempos. Una imagen se me dibuja cuando lo veo: un gigante adormilado, consolándome, ayudándome a ahogar el vacío.

Tras varios minutos con los ojos cerrados termino finalmente por abrirlos. La luz de la media tarde me enceguece por un instante. Todo es más luminoso que de costumbre. Ya no percibo a Cynzia. El oleaje se ha retirado un poco de la playa, hay espuma esparcida y junto a ella yacen los recuerdos. Se ha ido, ha vuelto una vez más a su mar.



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(Fotografía: Mark Avgust)

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