martes, 22 de marzo de 2011

El hombre descolorido



Creo que Ángel nunca supo exactamente cuando todo comenzó a pasar. Se encontró un día sintiéndose casi completamente vacío. Hablo de ese vacío que se experimenta cuando uno se siente tan marchito como una vieja flor dentro de un libro después de años de reposo.

Así, como una vieja flor marchita se vio Ángel en el día de su cumpleaños número cincuenta.

Ciencuenta años –se dijo- ¡cincuenta años y nada! O casi nada. Pues algo había hecho. Tampoco la fatalidad. Al menos había logrado mantener su empleo dentro del Correo Argentino, no estaba endeudado, y con el pasar de los años logró juntar unos pesos que mantenía en plazo fijo en un Banco local. Sin embargo, más allá de cierta tranquilidad laboral y económica, dentro de sí, en las paredes de su interior, había desolación.

El día de su cumpleaños número cincuenta decidió hacer un asado para todos sus amigos. Los que veía a menudo y aquellos que hacía tiempo que no, pero que ahora sí deseaba ver. Como si llegar a los cincuenta años hubiera bombardeado su cabeza y lo expusiera al límite de un abismo quiso rodearse de todo el mundo cuanto conocía. Compró la carne, la bebida, instaló mesadas y sillas para todos, hasta se preocupó de armar una picada de fiambre para darle un toque previo a la reunión mientras sorbían aperitivos. Estaba todo listo en su día más feliz. Sin embargo, al caer la noche, el asado estuvo casi a punto y solo un par de amistades habían asistido.

Tras cenar y despedirse de ellos se quedó completamente solo observando los platos sin usar, las sillas dispuestas prolijamente a la mesa, el silencio brutal que lo envolvía todo. En medio de la noche, con un aire cargado de humedad, pensó en el suicidio. Fue la primera vez que pensó en algo así. Se sintió un ser gris, descolorido ¿Adónde se marcharían sus colores? Ni él lo sabía. Por más que ahondara en su interior no encontró respuesta convincente que le diera indicios de dicha pérdida.

Caminó lentamente hasta el centro del jardín con un cuchillo en la mano y se dejó caer de rodillas. Rompió en un llanto amargo y casi silencioso. Solo su pecho se movía compulsivamente y desentonaba con la quietud nocturna. Fue en ese momento que cortó las venas de su muñeca derecha, y con un gesto de dolor se dejó caer sobre el césped mirando al cielo.

Arriba, en la vastedad infinita del universo, las nubes pasaban tranquilamente, sin alterar por nada del mundo su marcha. Abajo, en la tierra, un fino brote de de sangre roja teñía el verde del césped. Poco a poco comenzó a perder las fuerzas y un sueño extraño lo llamaba a descansar. No deseaba cerrar los ojos sino sentir cómo llegaba la muerte, qué se sentía al morir. Imaginó que por sus venas, junto a la sangre, también fluían los últimos colores de su espíritu, esos que seguramente en algún lado de su ser habían quedado escondidos. Imaginó también que la sangre de roja se tornaba multicolor, y que el césped poco a poco cambiaba de color y tonalidad. Así, logró esbozar una sonrisa hasta que finalmente entró en paro cardíaco.


Cada vez que Ángel sale al patio de su casa por las noches camina descalzo por el césped. Llueva, haya humedad, o bien sea una noche espléndida él camina descalzo. Se dice para sí que es el modo de absorber parte de la vida, que con ello también absorberá los colores que un día emanó y dejó sobre el césped. Con ese pensamiento, y luego de caminar descalzo, se recuesta y mira el cielo, y observa las nubes, y extraña su colorida vida.


Safe Creative #1103228783874

(Imagen: http://26.media.tumblr.com/tumblr_lif1ltB3Br1qa7ctgo1_500.jpg )

4 comentarios:

  1. ¿cómo siento lo que escribió?
    entiendo o que Angel sobrevivió a su paro cardíaco o bien desde otro plano al que no logra pasar por completo se queda contemplando ese salto hacia el cambio que no supo dar.
    ¿Me cuenta?

    ResponderEliminar
  2. @ROSSINA:

    En esos finales ambiguos a veces reside lo lindo de escribir. A veces leo un libro y cuando llego a un final que el escritor lo dejó librado a la fantasía del lector me carcome la curiosidad de qué habría él precisamente pensado al momento de darle un final.

    Creo que Ángel sobrevivió al paro cardíaco. Y hay un indicio de ello antes en el texto, justo en un parte que dice: "Fue la primera vez que pensó en algo así", refiriéndose al suicidio.

    ¿Que opina usted? :)

    ResponderEliminar
  3. pudo haber sido la primera y la última...
    piensa y ejecuta.
    vivía solo, nadie quedaba ya en la casa.
    Muchas veces los finales ambiguos tienen que ver con que el escritor o el director no se define por uno en particular, y tantas otras porque no se les ocurren o bien un cierre los convierte en algo muy previsible y circular.

    ResponderEliminar
  4. @ROSSINA:

    ¿Y vos qué pensás?, ¿cuál fue éste tipo de cierre?

    ResponderEliminar