viernes, 12 de agosto de 2011

¿Vos sos...?

Terminaste siendo tan predecible, finalicé diciéndole en voz baja a través del auricular del teléfono justo un viernes por la noche, el día que a esa persona tanto le gustaba conectarse y mantenerse online en internet horas y horas. Aunque las palabras que había terminado de pronunciar me habían salido de un modo seco y espontáneo, su eco en mis oídos me sonaba un tanto extraño, como si no fuese mi propia voz la que las repetía una y otra vez aquellas palabras. Seguramente fue debido a que jamás pensé decírselas a esa persona ¡No!, ¡nunca a ella! Tras decirle la mortal frase colgué el teléfono y me tiré en el sofá. Sentía una especie de abatimiento recorrerme todo el cuerpo, más mi cabeza. Afuera las estrellas se habían ocultado detrás de un manto de nubes grises y densas. Seguramente cambiaría el clima, tal como había cambiado mi estado de ánimo.

Tras un rato de meditación en el silencio del living irrumpe en escena mi esposa, Malena. Pasa a mi lado sin percibir siquiera si algo me pasa, si algo me adolece. Acomoda un par de adornos a la pasada –siempre la casa en orden para el “qué dirán”- y revuelve dentro de una caja llena de papeles de la oficina.

- ¿Puedo preguntarte algo, o te saco de tú concentración?
- Ya me estás preguntando algo, Malena –respondo sin mirarla.

Ella se sonríe sin mirarme también. Noto que ha caído en la cuenta de su redundancia y aun así sigue concentrada en lo suyo.

- ¿Has visto la carpeta de los impuestos de la oficina?, es que no la encuentro y juraría por Dios y todos los santos que la puse acá, en esta caja ¡Odio cuando las cosas se me pierden!
- No, no la he visto –respondí a secas.
- ¡Qué raro!... vos siempre lo ves todo…
- Bueno, a veces las cosas se me escapan…

Esa fue la frase que encendió la mecha de la curiosidad en Malena.

- A vos te pasa algo… a mí no me engañás.
- No… no me pasa nada.
- Bueno, contáselo a tú cara, porque ella dice que sí.
- ¡Ya te dije!, no me pasa nada.

Tras un portazo mi esposa se perdió rumbo al dormitorio. Volví a quedarme solo en la soledad del living. Ahora una nube gris parecía estar a punto de ingresar por la ventana del departamento, cruzarlo todo y salir por la otra ventana, la de la cocina, que daba a la calle lateral. Me sentía triste, debo reconocerlo. Y estafado, sí, eso, estafado. La imaginaba conectada a internet y a las redes sociales desplegando su carisma y su fachada con precisión extrema. Endiosada, llena de glamour virtual. Imaginaba su pelo rubio cayéndole sobre los hombros, su postura erguida detrás del teclado y su tipear sereno y certero, ejecutando a la perfección cada accionar de tecla que su máquina cerebral le dictaba. Sí, eso era, una especie de máquina cerebral. Una máquina que había logrado engañarme con tal perfección y tal astucia que yo había creído que era la mujer perfecta, esa tan utópica que los hombres buscan y jamás encuentran.

Tras quitarme los zapatos pisé el suelo de parquet y presioné bien la planta de los pies sobre la madera. Sentía la solidez y la calidez del noble objeto. De un pequeño salto me levanté del sofá, me serví una copa de whisky, y comencé a caminar de aquí para allá, sin rumbo, sin sentido, dando diminutos sorbos. Un sonido altera mi caminar, era el de un mensaje al teléfono móvil. Antes de ver el mensaje clavo los ojos en el reloj pared: las dos de la mañana. Seguramente Malena ya dormía como un tronco. Abro el teléfono, ubico el mensaje, leo: No, no fui tan predecible… solo he roto el molde de tú idealización de mi persona, y eso es algo muy distinto, mi amor… . “La idealización de tú persona…”, susurré con una risa de fastidio. Idealización, ¿por qué idealización?, ¿acaso yo no fui construyendo su personalidad en mi cabeza tras nuestros encuentros virtuales en el chat, en los mensajes en Twitter, en sus estados de ánimo en Facebook, viendo sus fotografías, leyendo sus comentarios? Sí, así lo había hecho; no obstante hubo un punto de fuga. Existió una diminuta fisura que hizo que se perdiera presión y que el dirigible no volara y se estrellara dramáticamente sobre el poblado más cercano causando daños y perjuicios por doquier. En ese poblado estaba yo, seguramente solo, y era el epicentro de todos los daños.

Escribí: No, vos me estafaste. Hiciste que yo perdiera minutos, horas y días de mi vida pensando que eras de tal modo y solo fue una trampa, mortal, o como quieras llamarle. Yo estaba seguro de vos…

Respondió: Vos diseñaste una castillo de naipes y me ubicaste sobre él, en la torre, donde más te gustaba, en donde tú esposa no podía llegar, en donde tus deseos se libraban al libre albedrío y en donde nadie podía percatarse de mi existencia. Subías y bajabas del castillo en los horarios que deseabas. Guardabas celosamente la llave detrás de una contraseña, y te reprimías el deseo sexual al acostarte al lado de tú mujer…

Escribí: Es una visión muy obtusa la que te lleva a decirme eso. Ahora caigo en la cuenta que no me has conocido en absoluto y que solo hemos sido dos perfiles, un montón de palabras y sí… tal vez…

Respondió: ¿Tal vez…?

Metí el teléfono en el bolsillo y salí al balcón. Ahora una densa llovizna comenzaba a caer empapándolo todo a su paso. A lo lejos se veían algunas luces de automóviles cruzar rápidamente la avenida. No había nadie caminando por la calle. La soledad era opresora. El silencio ensordecedor. Las sienes parecían que me estallarían. Quería cerrar los ojos y despertar en otro sitio, más cálido, de otro año, con otras personas rodeándome. Pero no era posible. Esas cosas solo pasan en las historias de ficción, no en la vida real. Sentí los pies húmedos. La llovizna había mojado las medias. Tenía frío. El celular volvió a sonar y con cierto fastidio lo abrí nuevamente para ver el mensaje entrante.

Escribió: Después de los puntos suspensivos de mi último mensaje sigue la respuesta que tanto buscás. No te victimices. Pensá. Vos tenés más respuestas que las que yo puedo darte…

Decidí apagar el teléfono. Ya no me interesaba más leer ni saber nada de aquel asunto. Me negué por completo a todo. De un trago terminé el vaso de whisky. Pasé por el baño y dejé las medias mojadas, luego ya en la habitación me desnudé y me acosté al lado de Malena. Ella dormía plácidamente, tal vez soñando en qué sitio estaría la carpeta de los impuestos de la oficina. Esa idea de sueño me parecía ridícula, pero mirándola bien, contenía mucha más serenidad y simpleza que mi propia vida. Tal vez sí te idealicé, susurré. Malena escuchó mi susurro y preguntó qué decía. Nada -respondí- volvé a dormir. Giré la cabeza y observé por la ventana cómo ahora la llovizna era más densa y fuerte. Sentí un escalofrío recorrerme el alma, sentí el frío de una lágrima recorrerme la mejilla, sentí el calor del fuego del dirigible ardiendo dentro de mi interior.


Safe Creative #1108129851561

7 comentarios:

  1. Me encantó, Miguel.

    El punto en fuga.
    La figura del ideal rota de un mazazo.
    La simpleza de la cotideaneidad surgiendo con transparencia.
    El inconformismo, el choque teutónico interior, la lágrima helada quemando.



    Un beso

    SIL

    ResponderEliminar
  2. @SIL:

    Hay un inconformismo constante en las relaciones de pareja. Ese inconformismo se ve potenciado por la nueva vida online, virtual, de letras, avatares, SMS, chats, etc. Si bien uno debe adaptarse a los tiempos también debe ser consciente de las consecuencias a las que nos exponemos en tal travesía.

    El texto desnuda una realidad muy contemporánea. Mezcla una relación de pareja con una idealización de pareja. Lo condimenta con las nuevas tecnologías y el modo en que éstas nos "conectan", nos "enchufan los cables al interior de nuestros deseos reprimidos y ocultos".

    En los últimos tiempos he pensado sobre darle un poco más de ímpetu a textos más contemporáneos. Veremos qué sale...

    Un gusto que siempre pases por mis blogs dejando tú estampa, Rubia :)

    ResponderEliminar
  3. Hace un tiempo que vengo pensando en lo peligrosas y tentadoras que son las nuevas tecnologías...
    Una relación al alcance de un click... una idealización, una desilusión... un amor, una ruptura... una vida nueva, una aventura... como siempre fue pero más fácil, más al alcance de la mano... sólo a través de un click...
    Y vos lo contás perfectamente...!!!
    Un placer leerte siempre...! :)
    Un beso

    ResponderEliminar
  4. @REINA:

    Mientras leía tú comentario me detuve en una pequeña frase que pusiste que me hizo un clic en la cabeza y dije, ¡esa es la frase!: "...como siempre fue, pero más fácil" Esa es la verdad. ¿Sabes?, hace mucho tiempo escuchaba que las personas veían a las relaciones por internet como "raras", y a quienes las sostenían como "raros", "insólitos", y hasta te diría "estúpidos". Las redes sociales hicieron que eso comenzara a bajar de decíbeles y casi no hay persona que no se haya "enganchado" con otra gracias a alguna nueva tecnología (internet, redes sociales, celulares, etc) Sin embargo, y es lo que me pone más feliz, por fin muchos se comienzan a dar cuenta que sea cual sea el medio al que se sube la conquista para llegar a su fin el objetivo es el mismo: cerrar un círculo, lograr una relación, tener sexo, o enamorarse para toda la vida. Así, rotundo, sin vueltas.

    En la realidad, en el cara a cara, también te pegás cada chasco que te querés matar. También aborrecés a las personas que te venden buzones, que te venden vidas de novelas, personalidades estupendas y toda esa parafernalia que logra armar un perfil mentiroso y ficticio de alguien que solo quiero como objetivo alguno de los que ya antes detallé. En la vida tecnológica, en el mundo acelerado de la información, es igual, pero más rápido, más acelerado. No obstante el humano tiene gran poder de adaptación, y lo que antes lo engañaba como un novicio y lo dañaba como un tonto hoy por hoy no lo toma tan desprevenido y sabe como van siendo las reglas por esos lares.

    Me ha gustado tú frase, me ha gustado el comentario y me ha gustado escribir un texto en donde se toca una realidad común a casi todo el mundo, porque vuelvo a decir: difícilmente existan personas que no hayan tenido una relación basada en la tecnología, o al menos la intención de tenerla por sentirse atraída por otra persona y su perfil virtual.

    Beso.

    ResponderEliminar
  5. Las nuevas tecnologías favorecen mucho a los tímidos que de otra manera no se animarían ni un saludo...

    Mentirosos hubo siempre y siempre los habrá... ahora sabés que lo más probable es que sea un engaño o un 50 y 50, ya vas tanteando con cuidado... pero igual eso no nos detiene, la necesidad de relación es muy fuerte y la posibilidad de llegar a otros lugares y conocer a otra gente es casi infinita...

    A mi me gustan siempre mucho tu historias... :)

    Un beso

    ResponderEliminar
  6. No puedo decir mucho más de lo que se dijo ahí arriba, excepto que tu relato me llevó hacia el final con interés y deseos de ver como resulta finalmente la historia.
    Quién no vivió una relación así? quién no idealizó a alguien a través de la red? conozco historias que terminan como la tuya pero otras que se concretan y terminan en matrimonio! Así como también personas que fueron compañeros de primaria y que se encuentran cuarenta años después y terminan casándose. En fin, es muy variado.
    Un gusto leerte Miguel.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  7. +ROXANA TORRES NEIRA:

    Sí, totalmente variado... podría decirse que como la vida misma, ¿no? Es que sin lugar a dudas es así. Es la vida misma. No importa si es frente a frente o detrás de la pantalla de un monitor, el deseo, el amor, la pelea, el desamor, todo se sucede de modo similar. Es imposible que los sentimientos piensen en obstáculos reales o virtuales; los sentimientos son eso y punto.

    En el texto hay diálogo mezclado, mechado. El diálogo atrapa de por sí, es parte del "enganche" a leer un texto y continuarlo, es menos denso que un texto monótono y sin intervención de los protagonistas.

    Gracias por darte una vuelta por el blog, Roxana.

    Saludos.

    ResponderEliminar