Hubo un día que regalé mis libros preferidos. Eran tres o cuatro. Llevaban consigo historias que a mí me habían conmovido y que por ende movilizaron mi mente. Ella tenía las manos tibias y la sonrisa cálida. Gracias, dijo mientras observaba las portadas. Esa sonrisa, inmaculada, omnipresente, aún se almacena en mi memoria. Era una sonrisa de satisfacción, de valoración. Sentí que esa persona dueña de aquella sonrisa poseía una inmensa alegría que provenía de tener entre sus manos lo que a mí me gustaba, lo que yo en ese instante le estaba confiando como parte minúscula de mi felicidad personal.
Desde ese día no volví a ver aquellos libros. Ya no. De vez en cuando los observo en estantes o vidrieras de alguna que otra librería, en las mesas de algunos cafés, en las publicidades de alguna que otra web dedicada a la venta de libros por catálogo, pero ya no entre la parva de libros de mi mesa de luz. Sin embargo decidí que así lo prefiero, porque siguen existiendo tal cual eran: bellos, inmensos, míos. Ahora, hablando de un ahora atemporal, seguramente descansan en algún lugar que jamás pensé ni quiero imaginar, pero tal vez alimenten y nutran alguna otra vida, tal como lo hicieron conmigo.
No volví a comprar los libros. De vez en cuando leo alguno de sus párrafos en alguna pantalla digital, pero solo eso. Ella, la chica de los libros, ahora es dueña de esas historias. Yo, el chico que regala libros, es dueño de los recuerdos de una historia.
Sos dueño de los recuerdos de una historia y de una sonrisa...
ResponderEliminarEs maravilloso regalar libros y más si son propios y sabés que van a ser disfrutados tanto como vos los disfrutaste...
@REINA:
ResponderEliminarPensar que ese tipo de regalo no todo el mundo lo disfruta de manera especial. Solo lo disfrutan aquellos que participan y en el acto y aman los libros y la lectura. Curioso, ¿no?
Algunas personas sugieren que a los libros no hay que presarlos, sino regalarlos, así te evitas la decepción de que nunca más te los devuelvan, jaja. Clara que en este caso que relatás, era un deliberado obsequio por tu parte.
ResponderEliminarYo tampoco he comprado los libros que me introdujeron al mundo de la lectura, tampoco los he releído, hay algo asi como un miedo interno de desbaratar la ilusión que me crearon en aquel momento lejano e inaugural, cuando uno es todavia un lector inexperto, propicio a los equivocos interpretativos y crédulo.
@NoeliaA:
ResponderEliminarPienso, ahora que te respondo tú comentario, que creo que sentiría lo mismo si los presto o regalo. Tal vez con la primera acción me sobrevenga un acto de enojo primero, en cambio con la segunda acción puede sobrevenirme un efecto de tristeza de antemano.
Me gustó ese enfoque que le has dado a la parte de no comprar los primeros libros que uno lee para no "romper el hechizo". Interesante.
Saludos.