miércoles, 5 de noviembre de 2014

Antropología



Algunos antropólogos hablaban sobre la desnudez y la Tierra. Cuchicheaban entre ellos. Eran susurros de los cuales alguna que otra palabra se escabullía y oídos ajenos las robaban para sí. Entre ellas algunas eran entendibles y otras realmente inconexas. La única mujer del grupo entonces expuso su teoría. De pie frente al resto, con la frente cargada de sudor por el intenso calor de la noche veraniega, miró a sus compañeros y comenzó a hablar con un tono cálido y firme. Ahora solo sus palabras lo llenaban todo.
En su teoría hablaba de los hombres primitivos contemporáneos, de sus relaciones con el sexo y de la forma en que estos entendían a la mujer desde lo sexual y a la madre Tierra. Sus colegas, absortos ante la exposición, contemplaban en la femenina antropóloga a una mujer con destellos únicos. En cambio ella solo reparaba en el eco que producían sus palabras representando su propia teoría, esa misma que le había llevado unos cuantos años desarrollar.
Decía entonces que los primitivos actuales son como los nómades de antaño, a los cuales les encantaba movilizarse por la tierra de un lugar a otro sin echar raíces que los sujetaran. El hombre actual se desnuda sin tapujos y le da lo mismo si es sobre la tierra o sobre el mar. Pero si es sobre la tierra se postran sobre ella, y hacen el amor con cuanta fémina se encuentran; en cambio sobre el mar son más temerosos por lo desconocido. Eso da una idea de tierra fecundada —expresó—, de macho que esparce su simiente por poblados y ciudades con y sin nombres.
Luego, tras terminar de exponer su teoría, la antropóloga observa la mirada de sus colegas y se percata de que su teoría es cierta. En las distintas formas de mirarla percibe la lujuria, el deseo, el frenetismo irrefrenable del deseo sexual. A ninguno de ellos le importa el sitio y el ámbito donde se encuentran. Traga saliva y sus pensamientos la aturden. En realidad quisiera que nada de eso sucediese pues ella sostiene también que aquella teoría, por más cierta que la considere, no se aplica a ella, pues es ella misma quien hace cierta salvedad a lo expuesto, al desear a las mujeres más que al mismo hombre primitivo.



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