sábado, 13 de junio de 2009

Susukis (1)




Parte 1.


Trescientas fotocopias y más de cincuenta hojas membretadas estaban abarrotadas sobre el escritorio. Hubo un momento que miré todo aquello y pensé que debía largarme de la oficina, además ya atardecía. Siempre lo mismo –pensé- siempre papeles, papeles y más papeles. Cerré la oficina y me dirigí a la estación del metro. Hacía frío, era invierno, y el sol ya no calentaba, más bien ya estaba intentando escabullirse. Antes de tomar el tren decidí tomarme un trago. De vez en cuando solía hacerlo, pues me sacaba del estado hipnótico en el cual me sumían los papeles y las presiones diarias de mi trabajo. A mi lado una señora sexagenaria tomaba una copa de ron. Más allá una pareja sorbía un café caliente y charlaban sin desviar sus miradas el uno del otro. Había poca gente en el bar, todo el mundo caminaba presuroso en busca de un tren antes de tiempo o en busca de sus automóviles en los estacionamientos. Tal vez el único loco que disfrutaba de los atardeceres y noches de invierno era yo. Pedí un whisky con hielo. Me ubiqué en una mesa a orilla de la vidriera. El vidrio estaba helado pero la visión era buena, se podía ver desde allí a las personas pasar abrigadas y sumidas en sus pensamientos como si todos hubiesen decidido huir en una manada ordenada. Sorbí despacio el whisky, dejé mi mente en blanco y ubiqué un punto en la nada para mirar mientras me acomodaba plácidamente en la silla. Era un bar alejado del centro, estaba al costado de la estación, lo había visto varias veces pero nunca había entrado y la sensación que me llevé en aquel momento era de un lugar acogedor y sencillo.

Al rato de estar allí la puerta se abrió y entró mi compañera de trabajo. Una linda mujer de facciones refinadas y de baja estatura. Apenas me vio me saludó con la mano y un gesto cansino. Respondí con un saludo. Pidió algo de tomar en la barra, mientras yo seguía observando por la ventana. A veces he pensado que pasamos mucho tiempo cerca de personas que nunca llegamos a conocer, ese era el caso de aquella mujer y yo, y nunca hacemos nada por evitar esas situaciones. Trabajábamos en la misma empresa desde hacía años y ni siquiera sabía su nombre, ni donde vivía, ni siquiera su puesto. Eso sí, nos saludábamos siempre cordialmente, pero una especie de muro invisible nos separaba y ninguno de los dos podía observar que había más allá de aquella línea invisible que todo lo ocultaba. Permaneció inmóvil en la barra durante un rato largo observando su copa de manera un tanto hipnótica. Aquella inmovilidad me inquietó. Al rato me acerqué a ella. No sé que me impulsó a hacerlo pero lo hice.

- Hola, ¿qué tal?

- Hola

- ¿Puedo sentarme un rato si no te importa?

- Claro, después de todo trabajamos juntos en la misma empresa, ¿no?

- Sí, y curiosamente no sabemos en qué puesto ni el nombre el uno del otro –repuse.

- Te equivocas –dijo mirándome fuertemente- tú nombre es Juan Manuel López y estás en el área contable.

Por un minuto no supe que decir. A decir verdad aquella mujer que durante tantos años había visto ir y venir dentro de la empresa y que convivía en aquel edificio muchas horas conmigo ahora, de repente, parecía saber exactamente de mí muchas más cosas que yo de ella. Pero, ¿por qué las sabría?, creo que ese fue mi primer pensamiento ante la sorpresa y lo que mantenía cierta presión dentro de mí.

- ¡Woww! –exclamé-, veo que sabes más de mí que yo de ti –dije con tono de sorpresa.

- Puede ser. –dijo mientras sorbía de su copa.

- ¿Y cuál es tú nombre?

- Izumi, me llamo Izumi.

- ¿Japonés?

- Sí, japonés, mi padre era japonés y mi madre latina, vinimos a América cuando yo era niña.

- Y dime Izumi ¿cómo es que sabes tanto de mí o porqué?

- Pues soy de interesarme en quienes me rodean y más si convivo con ellos varias horas de mis días. ¿Acaso no te ha pasado alguna vez de estar en la cola del metro y pensar cuanta gente desconocida hay a tú alrededor y cuan frío se ha vuelto el mundo?, pues bien, yo tomé la decisión de conocer a quienes me rodean a diario aunque ellos no se percaten de ello.

Algo había en Izumi que después de aquella respuesta me dejó contemplándola en silencio, como un tonto. Una sensación de desnudez interior me avasalló. De repente esa sensación se fue apoderando completamente de mí, ¿cómo explicarlo?, alguien, una desconocida, una mujer, se había interesado por mí. Creo que eso realmente fue lo que me sorprendió. Tal vez fuera porque mi esposa hacía mucho no se fijaba en mí, o tal vez yo en ella, o ambos no lo hacíamos por algún tipo de pacto silencioso elucubrado en la oscuridad de la convivencia. Pero Izumi con aquella afirmación me hizo sentir vivo nuevamente. Alguien había vuelto a fijarse en mí, sí, en mí. Quizás, a partir de aquel momento comencé a revivir. Tal vez todo estaba minuciosamente planeado por el destino.

- ¿Has imaginado un árbol de papel? –me preguntó Izumi con una bella sonrisa.

- No, a decir verdad no. ¿Un árbol de papel?, ¿y cómo sería un árbol de papel?

- No lo sé bien, pero me lo he imaginado siempre con unas bonitas flores blancas, de papel claro, que jamás caen al suelo salvo para crear otro árbol de papel, tan solo flotan en el aire y el viento las dispersa llevándolas miles y miles de kilómetros hasta que caen. Y no importa donde caen pues donde quedan reposando un nuevo árbol de papel nace.

- ¡Woww!, ¿y en ese mundo existen muchos árboles de papel? –pregunté con sorpresa.

- Depende.

- ¿Depende?

- Sí. Depende desde donde mires el mundo.

- Oye, ¿cómo es eso?, ¿cómo que depende desde dónde lo mire?

- Claro, si lo miras desde el aire, suponte que puedas volar, verías un mundo casi blanco, tal vez inmaculado, lleno de árboles de papel por doquier –dijo Izumi- en cambio si lo ves desde tú perspectiva al caminarlo tal vez lo verías como si fuese una biblioteca infinita llena de libros y hojas sueltas que se mueven al compás del viento.

Entonces hizo señas al camarero y pidió la cuenta. Por un instante creí ver un árbol de papel.

- Ya es hora de irme. ¿Quieres caminar? –me preguntó. No pude resistirme.

- Claro.

Salimos del bar y caminamos por la costanera del río. Aún el sol no se ponía del todo, unos pocos destellos dorados quedaban deambulando perdidos en el espacio. Eché una mirada a mi reloj pulsera, eran las siete de la tarde, mi esposa seguramente ya estaría intranquila esperándome en la casa junto a las niñas. Pero en aquel momento deseaba la compañía de Izumi, había algo en aquella mujer que me inquietaba ciertas fibras interiores. Las luces del paseo se fueron prendiendo con cierto compás. El frío y la humedad habían comenzado a descender pero no aminorábamos la marcha ni la charla. Tal vez por unos instantes me olvidé de todo mi mundo y me adentré a uno nuevo, distinto, en donde las presiones y el tiempo no existían. No estaba solo, una mujer que durante años había sido desconocida ahora era quien llevaba una antorcha y caminando delante de mí me mostraba el camino en aquellas nuevas tinieblas a las cuales había decidido adentrarme.

Llegamos al final del paseo y tan solo había un par de bancos, un buque pesquero maniobrando en el río y el sol ya completamente oculto. Las luces del paseo ya habían encendido completamente.

- ¿Nos sentamos? –me preguntó.

- Claro –dije confiadamente- y enfilé hacia los bancos.

- No, no, en los bancos no.

- ¿No?, ¿y dónde quieres que nos sentemos?

- Aquí, al lado de los susukis.

- ¿Susukis?

- Sí, la hierba -y me señaló unas plantas que decoraban el paseo- Amo venir a este lugar, suelo hacerlo muchas veces al salir de la oficina. Miro como los susukis se mecen con el viento. Me hace recordar a Japón cuando era niña.

Por un momento me quedé en silencio contemplando toda aquella escena. Entonces sin pensarlo la besé. Ella me volvió a besar. Nos besamos un buen rato.

Esa noche al regresar a mi casa mi mujer ya dormía y las niñas también. Tomé una botella de cerveza y me senté en una vieja silla del patio. Me sentía distinto, raro, como si un traje pesado y oscuro colgara de mi cuerpo. Nunca había tenido una aventura desde que me había casado, nunca había fijado mis ojos en otra mujer, nunca había besado a nadie más que a mi esposa. Contemplé mi mano que sostenía la lata de cerveza bajo la luz de la luna. Me toqué el rostro. Me refregué los ojos. Sorbí cerveza. Por un instante creí ver a Izumi al lado de la cerca. Volví a refregarme los ojos. No había nadie, tan solo era mi imaginación. Entonces pensé que la luz de la luna, a veces, te muestra cosas que no deberías ver.


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The Flaming Lips, "In the Morning of the Magicians", del albúm "Yoshimi Battles the Pink Robots"

20 comentarios:

  1. Excelente Miguelito... muy bien.
    Me gustó, me mantuvo ahí, leyendo, atenta.

    Me encanta la idea de los árboles de papel... fue hermoso pensar que podría escribir en sus tallos, es sus raíces, en sus hojas...

    Un beso y un fuerte abrazo, cuidate mucho si.

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  2. cuantas veces pasa desapercibido alguien solo por estar cerca nuestro. algo mas ironico q casual diria yo..

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  3. Mi punto de vista es que desde que piso fuera de su oficina, hizo algo diferente, salio de la rutina, esa que a veces nos abruma, nos envuelve nos encierra y nos atrapa y cuando nos damos cuenta ya estamos hasta la medula de rutinas....
    Fue el bar, quiza el pensamiento vacio, los arboles, Izumi, los suzukis y ese beso, el que hizo que Juan Manuel se sintiera "vivo"...no creo que la engañara a su esposa....El salio de su engaño, y es que a veces nos adentramos tanto a esa rutina......espero paciente los siguientes capitulos.
    Un beso para Ti =)

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  4. Cuando un beso se convierte en una arma de doble filo; esperaré con ansias la segunda parte me encanto, me cautivó Besos Liter@to!!!1

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  5. @NATALIA:

    Gracias Naty, sos una buena crítica a la hora de que mis posts estén publicados.

    Ésta historia es una de las que más me gusta. Muchos saben que soy un fan de Haruki Murakami y es un poco un homenaje a sus personajes tan increíbles.

    Eso de los árboles de papel también me gustó a mí, es más, me la imaginé a Izumi tocando las hojas de papel...


    GRacias.



    @COSASIMPROPIAS:

    Totalmente. Es que muchas veces caminamos como caballos con viceras que como seres humanos libres y receptivos al amor.

    Es un gusto que siempre pases.



    @NANCYQ:

    Hola amiga californiana. Un placer tenerte en mi nuevo blog.

    Creo que a Juan Manuel le pasó algo similar a lo que decís pero es un personaje tan recto y tan delineado por sus costumbres sociales que el solo hecho de haber besado a una extraña lo traiciona en sus fueros y eso lo hace sucumbir en su interior.

    Hay siguiente capítulos.

    Un gusto que pases por aquí.



    @MAGY:

    No sé porqué pasan esas cosas MAGY, no sé si es porque las personas se siente saturadas en algún momento de su vida y automáticamente deciden probar algo nuevo o que ya lo que tienen a su lado no les devuelve el calor que ellos sintieron al principio y siguen necesitando. Sin embargo, yo, ahora opina el escritor, soy de los que "nunca hagas lo que no te gustaría que te hagan", ¿entendés?

    Hay más capítulos.

    Gracias.

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  6. esos árboles de papel y tu forma de hace que los imaginemos, que nos transportemos a ese parque y ese momento tan bello, casi onírico.
    Me imaginaba ese beso debajo de un arbol del que caian pequeños papelitos a la vez.

    El no saber qué fué o qué siente el protagonista... espero que nos lo vayas resolviendo, a la espera quedo

    un placer pasar por tu casa Miguel.

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  7. Espero la segunda parte muy ansiosa, me encantó esto! saludos

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  8. ¡ Ay, Literato, que el enredo se teje sin percatarnos ! , y ya lo hilaste finamente.

    Dejemos la curiosidad hasta la segunda y posteriores partes. Me ha gustado esta bastante, sobre todo la descripción que haces al principio, es tan acogedora como los besos con los que termina el capítulo.

    Por cierto, buen perfil, que conste.

    Beso fuerte

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  9. Llevaba mucho tiempo sin pasarme por aquí; pero como siempre excepcional.


    P.D.- Creo que ya es hora de que arranquemos del kilómetro cero.

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  10. Hay veces en las que se siente con intensidad, y un impulso aún mayor te pide que te dejes llevar. Aunque mañana venga la culpa, hay veces que el momento lo es todo.

    ***Qué imagen tan evocadora la de los árboles de papel... Y que suavidad en el balaceo al aire de los sasukis.. Me inspiró...

    Un abrazo =)

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  11. Literato

    INteresante lo que dice el tipo en el cuento...como que una mujer que no me conocia se habia interesado en mi y mi mujer hace mucho que ni me miraba o algo asi.

    BINGO! la infidelidad para mi es un grito de auxilio que dice, mirame, mirame porque sino lo haces, otra persona lo hara.

    Interesante, se nota la influencia del escritor japones que tanto te gusta...:)

    Saludos


    Maria Pietra

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  12. Siempre es un gusto leerte.... La infidelidad siempre es muy subjetiva con respecto a donde estamos parados, pero lo que no cambia es que es necesaria una grieta para que alguien pueda entrar...
    Saludos

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  13. @FROILIUBA:

    ¿Cómo andás?, me alegro verte nuevamente por acá.

    Lo fantástico o la magia en los relatos es algo que nos hace volar. A mí me sucede lo mismo cuando leo algún libro en el cual su autor se deja volar libremente y sus personajes le siguen.

    Gracias por siempre pasar y leer mis textos.

    =)



    @LA SOLITARIA:

    Ok, esperala nomás que en un par de días seguramente estará online.

    Me alegro te haya gustado.

    Saludos.



    @MORGENROT:

    Es que de enredos está construída gran parte de la vida, ¿no es así? =)

    Qué bueno que te esté gustando este relato. Sos una lectora con ojo crítico =)

    Sí, hoy decidí poner una nueva fotografía en el perfil así que puse una de hoy mismo... es como para que quien lee sepa quien escribe, tan solo eso =)

    Gracias.


    @FRACTURED HAND:

    Gracias y no te pierdas. Sos una gran escritora vos también. Sos cortita y concisa a la hora de expresarte y eso habla de poder en los dedos. Me gusta.

    Varias veces he arrancado del kilómetro cero, amiga. Esta vez lo debo hacer nuevamente y creeme que cierta tristeza me embriaga por ello. No sé vos, no sé cómo será tú arranque, pero el mío es algo similar a un motor de automóvil que lo agarró la helada de la noche invernal.

    Gracias por pasar =)

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  14. @SO:

    Vos sabés que yo, y ahora hablo a nivel persona, ser humano, yo mismo jajaja, en eso de los impulsos con respecto a las relaciones me controlo. Si bien soy impulsivo de carácter o de cómo me comporto ante determinadas cosas con respecto a una relación, por más intensa que sea, me controlo.

    Parece que los árboles de papel gustaron mucho y los susukis también. =)

    Es un gusto que siempre pases y siempre leas.

    Saludos.



    @PETRA:

    Creo que lo que le pasa al personaje es algo que sucede muchas veces en las relaciones estables. Creo también que son muchas las causas que lo llevan a ello; sin embargo yo personalmente discrepo mucho con el personaje masculino de ésta historia. No sé, será que yo por más que otra mujer intente seducirme o tenerme si estoy con alguien y enamorado tan solo tengo ojos para ella.

    Si la infidelidad es un grito de auxilio tal como decís vos creo que es dejarse arrastrar mucho al extremo, ¿no te parece?, pues para llegar al extremo se tuvo que pasar por encima de algunos de nuestros principios. Yo prefiero decirlo en la cara.

    Sí, es un texto muy al estilo Murakami en algunos aspectos, claro que él es un maestro narrando y yo un aprendiz.

    Saludos.

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  15. He andado algo agetriada en estos días y vi el nuevo post y me dije:
    No Ale leelo con calma, resiste la tentación.
    Lo hice y heme aquí ya con otro capitulo de la historia que leer. Valio la pena esperar. Me ha encantado como han dicho anteriormente los arboles de papel en la imaginación se pueden palpar, pero tambien hubo otra imagen que me fascino la idea de ver a Izumi guiando al personaje con una artoncha de fuego... Woooww!! era como de mitologia: guiarlo a esa parte de su ser desconocida e inexplorada. Mi imaginación voloooo.
    Vamos por la parte dos.
    Besito Miguel

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  16. @ALE:

    Lo que pasa es que mis nuevos post tienden a ser más largos para intentar contar una historia con más cuerpo, que abarquen distintas facetas de los personajes y la misma historia pueda moverse de un lado para el otro. Me gusta esa idea.

    Yo también ando con escaso tiempo para escribir, por lo general lo hago de madrugada en un par de horas.

    Izumi despierta a Juan Manuel pero a su vez éste no entiende porqué está dormido y siente culpa por traicionar a su mujer de alguna manera, aunque sea en pensamientos en este capítulo.

    Gracias por pasar, Ale.

    =)

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  17. Siempre te he dicho que escribes muy bien.
    Mantener la ayencion en alguien tan disperso como yo, no es poco.

    Seguiremos.

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  18. @CECY:

    Gracias, sí, sé que me has dicho siempre que te gusta como escribo. Es un gran halago, gracias.

    Trato de hacer una narrativa simple y al alcance de todos, eso es lo que siempre intento, a veces sale y otras no tanto.

    Siga =)

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  19. Disfruté mucho de este mágico encuentro con Izumi...
    es maravilloso cuando nos enseñan a mirar con otros ojos...
    Lo que más me gustó, además de la sencilla y bella mirada de Izumui, fue imaginarme esos árboles de papel...me recordó a una imagen que me gusta mucho de Lost in Translation(donde se atan papelitos en las ramas de los árboles para pedir un deseo, no sé si la viste)

    p.d.: como siempre, muy buena banda sonora!me quedo un ratito mas escuchandola...

    besos

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  20. @VALERIA:

    ¡Qué gusto verte por mi blog! me gusta siempre tú visita y tus comentarios por acá, será también porque nos conocemos desde hace tanto.

    Eso de mirar con otros ojos es lo que siempre pienso cuando escribo. Es como meterte en el cuerpo del otro y ver con sus ojos, sentir con sus sentimientos y ese tipo de cosas.

    Vi Lost In Translations, vi las ramas con papelitos y a Scarlett Johansson sonriendo, una bella escena.

    Es que la música me encanta Valeria, si vieras que casi tengo una partición de uno de los discos rígidos completa de MP3 y no me canso de escuchar.

    Gracias por pasar =)

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