Parte 3.
Del espejo retrovisor colgaba una vieja medalla. Siempre la tengo allí, perteneció a mi madre. La carretera se mostraba solitaria, estupenda para conducir y escuchar música. Puse un disco compacto con un tema indie, algo sobre un corazón atómico decía la letra. Me encanta ese tema. No sabía de qué banda era, eso siempre me pasa, solo me percato de la música en sí. Soy de los hombres que eligen minuciosamente su música y la escucha siempre, tal como usar una camisa preferida o un jeans preferido. Viajaba hacia Ushuaia. La empresa me había encomendado hacer negocios allí. Hacía tiempo no veía a Izumi, después de aquel día que la dibujé e hicimos el amor no volví a verla. Ella había renunciado a la empresa aludiendo causas personales y sin más desapareció de mi vida. Cuando me enteré de aquella noticia sentí un fuego recorrer mis sienes. Una impotencia terrible, tal como si te arrebataran de manera injusta algo que había comenzado a ser imprescindible para tú vida. Sin embargo no volví a verla.
Los meses pasaron y no tuve noticias de Izumi. Con el tiempo las heridas van sanando y el corazón comienza por solaparse hasta que una luz de aviso nos indica que estamos nuevamente en marcha. Eso mismo sentí yo después de su partida. Iba de mi casa al trabajo y viceversa, como si fuese un autista. No demostraba a Inés mi sentir en absoluto pero por dentro corría la amargura como la lava serpenteante de un volcán joven. En medio del camino observé la cordillera de los Andes y me dieron ganas de bajar a estirar las piernas, de descansar. Estacioné en la banquina y caminé unos buenos metros adentrándome en un campo. Me puse en cuclillas y contemplé la cima nevada de la cordillera. La ventisca helada me quemaba la piel de mi cara pero no me negaba al goce de ver aquella maravilla. Me senté en suelo y dejé libre mi mente. Pensé en Inés, en mis hijas, en mi vida. Inmediatamente Izumi apareció entre mis pensamientos. Todo parecía un ovillo de hilo enredado, no había nada claro en mi cabeza, todo era una maraña.
Desde niño siempre pensé que era difícil encontrar personas ciento por ciento compatibles con uno mismo en la vida, y ahora, ya de adulto, aquella teoría de niño se había vuelto una completa realidad. Volví a mi casa después de más de treinta días de recorrido por el sur de mi país. Al ingresar a la cocina vi a Inés sentada a la mesa con sus enormes gafas de sol puestas.
- ¿Te pasa algo? –pregunté asombrado. Verla así me causó impresión. Inés no era una mujer que hiciese locuras, pero aquello de estar con gafas oscuras en la cocina casi a media luz rayaba los límites de la cordura.
- Nada. ¿Las gafas?, no te preocupes, solo me las probaba para ver cómo me quedaban disimulando las ojeras.
Me senté enfrente, y ambos quedamos mirándonos en silencio. Podía observar por el rabillo de mi ojo cómo las flores de las macetas de la ventana se mecían al viento. Era una tarde ventosa, un tanto rara, de esos momentos en los que parece que el tiempo susurra cambios o trae mensajes que posteriormente te van a sorprender. Inés puso las gafas sobre la mesa, me miró fijamente y sacó de su bolsillo un sobre. Era una carta, de Izumi. Al ver el remitente sentí terrible presión sanguínea en mi aorta. Levanté la vista y volví a mirar a Inés. Ella me contemplaba expectante.
La carta estaba en medio de la mesa. Ninguno de los dos decía nada.
- ¿Es para mí? –pregunté estúpidamente. Es que en momentos así uno no sabe cómo actuar. Mi esposa no es una mujer idiota, y tampoco una persona a la que se le pueda mentir ni que yo le quisiera mentir descaradamente. Pero en ese momento necesitaba actuar, no sé porqué tuve aquél arrebato pero fue lo primero que me vino en mente decir.
- Es para ti. Creo que debes conocer bien quien es la persona que te lo envía. Tiene un nombre japonés. Es curioso, jamás me hubiera imaginado que mi esposo me engañara con una oriental. –dijo Inés de manera provocadora y fría.
Fue en ese momento que tomé el sobre, me levanté, fui hasta la ventana y lo abrí. Era una carta de amor de Izumi. Por un instante mi mundo se oscureció y sentí la imperiosa necesidad de que alguien, no sé quién, llegase con una antorcha y me rescatara iluminándome el camino de salida. Volteé y miré a Inés.
- Me gustaría mucho que tomaras tus cosas y hoy dejaras la casa. Las niñas y yo estaremos bien. Resuelve tus cosas, Juan Manuel, y tal vez algún día cuando el dolor que ahora siento en el pecho se me pase podamos sentarnos de nuevo frente a frente a charlar de lo que era nuestra relación un minuto antes de haber tenido esa carta en mi mano.
No dije nada. Cogí el saco, las llaves del automóvil, y salí de la casa.
Tenía ocho años cuando jugando quedé aprisionado en el placar de mi habitación. Sin querer giré el herraje y éste se rompió dejándome encerrado en aquella caja de madera. La única luz que se filtraba era la del hueco de la llave. Era la única conexión entre el mundo de adentro y el de afuera. Yo estaba en el de adentro. Los primeros minutos transcurrieron con incertidumbre pero luego el miedo comenzó a subir desde la planta de mis pies hasta mi cerebro. Grité con todas mis fuerzas, desesperadamente. Necesitaba salir de aquella oscuridad, pero los gritos eran en vano pues mis padres habían salido. Me senté en el piso y puse mi cara contra mis rodillas. Comencé a llorar y a cantar una melodía de Barbra Streisand que solían pasar por la radio. Imaginaba monstruos a mí alrededor acechándome y burlándose de mi situación. Sentí la soledad abordarme por todos los costados de mi cuerpo, penetrándome a través de mi piel como diminutas agujas. Fue entonces que caí en la cuenta que ya no lloraba y tan solo cantaba aquella melodía. La oscuridad se había vuelto más espesa y ya casi no podía distinguir la luz de la cerradura. Pensé que moriría allí, que mis padres jamás sabrían donde habría perecido. Imaginé el miedo y la desesperación de mi madre, el enojo de mi padre por ver a mi madre mal por mi culpa. De repente la puerta se abrió y una luz fuerte me lastimó los ojos. Tardé un rato en poder ver normalmente. Entonces vi a mi madre sonriente, en cuclillas, mirándome fijamente. La distancia entre ella y yo parecía de la longitud de un puente de varios kilómetros cuando en realidad tan solo nos separaba no más de un metro. Dentro de mí sentía alegría y ganas de abrazar a mi madre porque ya me sentía liberado de la opresión, pero algo invisible me mantenía estaqueado al piso.
“Juan Manuel –me dijo mi madre- ya se ha acabado, puedes salir.”
Y por primera vez sentí alivio a mí alrededor. El oxígeno circundante ya no estaba cargado de ese miedo que tanto me había oprimido dentro del aquel encierro. Salté a los brazos de mi madre y supe entonces que en sus brazos estaba seguro.
Me senté en el automóvil. Contemplé la casa desde todos los ángulos. El césped, los techos, los juegos de las niñas, la cerca, la vieja silla del patio, el llamador de ángeles que colgaba de la galería. Todo parecía no percatarse de lo que había sucedido y del dolor que yo había provocado. Adentro, Inés, mi esposa, seguramente sufría como pocas veces había sufrido en su vida. Cerré los ojos e intenté imaginar a mi madre en cuclillas con sus brazos extendidos. Necesitaba sentir la seguridad de sus brazos y la suavidad de sus caricias. Había lastimado y de alguna manera lo había hecho sabiendo. Quité de mi mente la imagen de las niñas preguntándole por mí a Inés. Esa imagen me dolía. Tragué saliva, encendí el motor y muy despacio comencé a marcharme por las calles del barrio. El gran danés volvió a ladrar a mi paso. Por un instante el perro y yo cruzamos una mirada y ambos nos sentimos habitando el mismo mundo. Ya saliendo del barrio, al tomar la carretera en busca de un hotel para pasar la noche, me sorprendí al escucharme tararear aquella melodía que cantaba de niño. Dejé de cantarla y coloqué un disco compacto en el reproductor. Otra vez aquella canción que hablaba de un corazón atómico. Me imaginé mi corazón siendo atómico, destructivo y cuanto poder tendría su onda expansiva. Me aferré al volante, aceleré y me adentré en la ruta cuando ya caía el atardecer.
Zoé, "Corazón Atómico", del album "Memo Rex Commander y el Corazón Atómico"
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ResponderEliminarA MIS LECTORES...
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Este es tal vez uno de las entradas que más me ha gustado subir, por lo escrito y por su música, que es de mis temas preferidos.
Saludos.
Cómo los de allá estais durmiendo, te comento la primera :)
ResponderEliminarLa piedra fue lanzada con fuerza sobre el quieto lago que hasta ectonces era su vida. Las ondas expansivas no dejan de alterarlo todo, y la superficie llana del agua, ahora es una tormenta a gran escala. Izumi ha dejado huella, y eso es que pisa fuerte. Impactó con potencia!
Ayyy... para Inés y las niñas, ya nada va a ser lo que parece.
... A ver qué pasa, y qué pone en la carta!
Un abrazo^^
Ahhh la musica es genial y el giro que da la historia es muy realista. Toda acción por muy sutil que parezca le corresponde una reacción de la misma intensidad o superior. Lo que me gustaría es saber que dice la carta de amor de Izumi ¿sus motivos para enviarla? y tambien me intriga aquí el papel que juegan los niños, porque solo los haz mencionado fugazmente pero ellos tambien estan inmersos en la revolución...
ResponderEliminarBesito Miguel, que siga que siga
Wow, es cierto que te haya gustado subir esta entrada, de los 3 Susukis claro que es la que da el toque mágico, te hace entrar a la historia, bien hecho amigo...
ResponderEliminarMe encantó la parte que dice: "Con el tiempo las heridas van sanando y el corazón comienza por solaparse hasta que una luz de aviso nos indica que estamos nuevamente en marcha", no tengo más que decir, lo dijiste todo.
Un fuerte abrazo, kisses cariño.
Cuidate.
@SO:
ResponderEliminarJajaja, aunque te digo que anoche me acosté tarde. La inspiración para terminar este post me llegó casi a las 3 de la madrugada, hora que vos dormías plácidamente, claro :)
Izumi es la piedra, ella movilizó la quietud del estanque y como decís vos las ondas expansivas son las mismas que producen el tema de corazón atómico, repercuten y modifican.
Cada ser humano es tan distinto. ¿Inés perdonará?, ¿Inés guardará rencor?, ¿las niñas se enterarán?, ¿Inés les mentirá y las mantendrá entretenidas con algún cuento de viaje del padre a la espera de una solución del problema?
Todo el mundo espera que la carta diga algo... pero no tengo idea si dice algo o solamente fue un simbolismo.
Beso.
@ALE:
ResponderEliminar¿Te gustó la música? a mi también, es uno de mis temas indie preferidos. Son de tus pagos, mexicanos. Zoé. Tal vez los has escuchado.
Comparto lo de acción y reacción, totalmente. ¿Qué dice la carta? ni idea, ¿acaso tiene algún tipo de connotación?, puede que sí o que no. Veremos.
Es que cuando pasan cosas como éstas todo se revoluciona, ¿no?
Gracias.
Beso.
@NATY:
ResponderEliminarEsta entrada tiene una magia que tan solo yo lo sé. ¿Porqué? porque creo que fue uno de los pocos textos que escribí escuchando la música (no puedo escribir con música) y que sentía como el personaje masculino. La voz del cantante de Zoé fue una verdadera inspiración. La sensación del personaje ante la rigidez de su esposa y la decisión fría y cortante fue un detonante especial. El recuerdo del niño en el placar fue un punto de retroceso a los orígenes de sus miedos interiores, de sus inseguridades.
Bah, me encantó escribirlo.
Gracias Naty por tús palabras.
Beso.
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ResponderEliminarHoy llegué a más de 3000 visitas en 3 meses. Me puso contento eso, el blog se lee, las historias fluyen, se deslizan y acaparan minutos de conciencia de quienes las leen.
Un buen feedback.
Gracias a todos los que pasan por acá.
"Era una tarde ventosa, un tanto rara, de esos momentos en los que parece que el tiempo susurra cambios"
ResponderEliminarMe encantó esa frase, esa sensación. La idea de la regresión a la infancia es muy bella y muy realista, en las grandes crisis es muy reconfortante sentirnos cuidados como cuando niños...
Bello relato, beso
Zoe es mexicano y tiene grandes canciones entre ellas esta de corazón atómico además de Love, Soñe, Paula... y más...
ResponderEliminarAunque he de confesar que hasta ahora sé que su música es indie?? Jojojo
Felicidades por tus 3000 visitas, estos cuentos tuyos se leen ya lo creo que si. Pa' adelante!!!!
Oye y el libro, como va eso???
Besito
@DEVEZ:
ResponderEliminarCreo que te pasa a vos lo mismo que a mi y que a algunos lectores cuando leemos libros. A veces un pasaje nos transporta. Esa transportación nos sumerge en mundos inimaginados y podemos percibir en nuestro propio cuerpo las sensaciones. ¿No es fantástico?, creo que es mérito del escritor. No siempre se dá. A veces uno puede escribir mucho, mucho, mucho y no llega nunca a transmitir eso al lector.
Me pone feliz que mis lectores me dejen comentarios con frases que rescatan de mis escritos. No sé cómo explicarte, es una suerte de sensación rara mezclada con orgullo y rubor.
Gracias.
@ALE:
Querida Ale, gracias por tus palabras.
A Zoé lo descubrí hace poco y el tema del corazón atómico que ilustra este post me voló la cabeza. Simplemente, me encanta.
Creo que los cuentos se leen. Tengo indicio de ello, sin embargo la necesidad de escribir es algo que me puede y me lleva a hacerlo cuando tengo espacios de tiempo.
La novela, qué gran pregunta. Nada, no sé, es como una gran barrera. A veces pienso que el día que me disponga a escribirla y hacerla no será una sino que serán varias. Creo que debo empujarme al abismo, Ale. Necesito empujarme para empezar de una vez por todas sin mirar al costado.
No es fácil escribir. Cuando un escritor se sienta a escribir y no tiene musa o no tiene imágenes en su mente sucede el famoso caso de la hoja en blanco que tanto aterra al escritor. Pero apenas la primera oración se armó lo demás fluye. Necesito dar el primer paso.
Veremos.
Gracias por pasar y estar pendiente de eso.
Si, me encanta leer con todo el cuerpo, cuando pasa eso me pierdo, me abstraigo de la realidad. Es ese fijarse y detenerse en el detalle mínimo, que para otros es imperceptible, esa descripción que despierta los sentidos.
ResponderEliminarY por las frases, son mi perdición, siempre estoy rescatando frases, tengo papeles por todos lados con cosas que pienso leo y escucho. Es como extenderlas un poco, para no perderlas tan rápido. Que bueno el orgullo y el rubor.
Un abrazo...
Literato,
ResponderEliminarNo me termina de convencer esta parte...Izumi sabia que estaba casado, porque le mando una carta a la casa?
Las mujeres que se descuelgan, es porque el tipo las dejo porque justamente esta casado, entonces se enloquecen, por venganza, locura, o amargura, hacen estas cosas...pero aca la mina se fue y desaparecio ella.
Porque haria algo asi?
No me termina de convencer este pasaje, hay una grieta me parece.
Mi opinion. No me parece una reaccion tipicamente femenina.
saludos.
P
@DEVEZ:
ResponderEliminarAsí es, los detalles mínimos a veces pasan imperceptibles. Creo que la lectura se asemeja mucho a la realidad en eso. A veces hay detalles mínimos de las personas que uno percibe y el resto no, y son esos detalles, los que tal vez la persona camoufla excelentemente bien, los que nos llevan a descubrir a esa persona para bien o para mal. Lo mismo con un libro, son esos pasajes que nos llevan a que un libro nos vuele la cabeza o no (libro o texto, claro).
Beso.
@PETRA:
ResponderEliminarLas conjeturas que un lector puede hacerse frente a una lectura son ¿infinitas?, supongo que sí. Yo, vos, y me imagino que millones de personas, han leído libros de premios Nobel o de novatos en donde la historia termina llenándonos de incógnitas según nuestra manera de pensar y de ver las cosas. Un relato, una historia, es eso, es un puñado de palabras que te cuentan que es lo que les pasó a los personajes en un escenario definido en un punto del tiempo, ni más ni menos. Nosotros somos los que tomámos o no eso y los que decimos si nos gusta o no eso. Por lo que veo de tús últimos comentarios muchas cosas no te cierran de este cuento y es más que aceptable. Como verás hay personas a las que les gusta y les parece genial y otras que tal vez puedan hacerse preguntas como las tuyas, y ahí es donde creo que radica el debate de la lectura.
Si no hubiese debate, si todo fueran flores y "¡qué lindo qué escribís!" te juro que terminaría diciéndome que en vez de avanzar retrocedo. Pero cuando tenés comentarios pluralistas, cuando las personas se sienten tocadas en sus maneras de pensar o reaccionan ante la palabra escrita y su poder entonces uno, el que escribe, obtiene clara señales de que el texto llegó, para bien o para mal, pero llegó.
Es mi opinión, claro. Pero también pienso que un escritor no puede dejar feliz a todos sus lectores. Stephen King probablemente desilusiona cuando mata personajes en sus novelas o Haruki Murakami envía a la hoguera a aquellos que detestan ver cosas fantásticas escritas entre cosas reales y dramáticas. Creo que los cabos sueltos y las decisiones que toma el escritor al momento de escribir es un mero sello de él mismo.
Además no todas las féminas reaccionan igual, ¿no te parece? =) ... hay algunas de las cuales te sorprenderías vos y yo juntos.
Saludos.
Literato
ResponderEliminarDe igual manera, si pones una vuelta de tuerca como esa, tendras que explicar en algun momento porque la mina le manda la carta a su casa (es para matarla).
A parte, creeme que una japonesa que son las mujeres mas delicadas y discretas del mundo, al punto que se tapan la boca para reirse poruqe mostrar dientes es mala educacion, no se va a largar asi nomas, sino hay una motivacion mas que grande.
Asi que, por ahi, en alguna de tus partes, tenes que decir porque de alguna manera, sino te quedara un hueco.
Como en un cuento, o libreto, pelicula, si un personaje hace algo "fuera de contexto" el uqe escribe tiene que dar una explicacion en algun momento antes de terminar.
MP
@PETRA:
ResponderEliminarGracias por tú crítica constructiva y cómo siempre me digo al momento de titubear ante la compra de un libro: "tómalo o déjalo".
Saludos.
MAGY (http://soy-verbo.blogspot.com) DIJO:
ResponderEliminar"Iba de mi casa al trabajo y viceversa, como si fuese un autista."
Cuantas veces hacemos daño a quienes amamos por sumergirnos en mundos diferentes para salir de rutina y es cuando nos damos cuenta cuánto daño podemos causar con nuesro corazón atómico.
Muy bien Literato me encanta ...
@MAGY:
ResponderEliminarTodas esas cosas pasan, y nosotros mismos formamos parte muchas veces de destinos lastimeros de otros. Es la vida, así es.
Gracias por comentar y por tús charlas.
Beso.