miércoles, 5 de agosto de 2009

mundos espiralados (1)



Capítulo 1



Cuando salió del baño noté que estaba ruborizada. No entendía porqué, pero sus mejillas habían tomado un color anaranjado, así, como un atardecer de otoño.

- Ven, he estado pensando algo mientras estaba en el baño –me dijo mordiéndose el labio inferior.
- Ok. –respondí yo de manera incrédula.

Nos sentamos sobre un tronco, contra el paredón. Nos miramos por unos segundos sin decir palabra alguna. De fondo se escuchaba el ruido de un motor de automóvil que provenía del taller mecánico que estaba al otro lado del paredón. Por un instante me imaginé estar en medio de la guerra, con miles de proyectiles cruzándome por la cabeza y yo, como tocado por una poderosa varita mágica, sentado dentro de una trinchera con mi novia enfrente.

- ¿Recuerdas el reproductor portátil de MP3 que me regalaste para mi cumpleaños? –preguntó frunciendo el seño.
- Sí, ¿cómo no hacerlo?, yo mismo te lo regalé, además, son de esos tipos de regalos que uno nunca se los olvida –le respondí gesticulando con mis manos.
- Bien. En los últimos días lo he usado mucho y estuve escuchando una canción que la escucho, la escucho y la vuelvo a escuchar. Algo así como si al momento de escucharla me sumergiera en una especie de espiral loca y mágica de la cual no puedo salir y mientras estoy en ella me siento fantásticamente bien. Tanto he escuchado esa canción que su letra me ha hecho pensar.
- ¿Sí?
- Sí. Y he pensado que los protagonistas de su letra podríamos ser vos y yo. Atemporalmente, claro.
- ¿Atemporalmente? –pregunté sorprendido.
- Sí, atemporalmente.
- ¿Y porqué atemporalmente?
- Porque cada vez que la escucho me imagino a ambos en cualquier sitio, en otras vidas, en cualquier momento, pero siempre juntos. Imagínate que esto que vos y yo tenemos y vivimos ahora, nuestro amor, lo hubiésemos vivido así en la edad media, o en el lejano oeste norteamericano, o en la Cuba del Che, o en un pueblito perdido en los Alpes suizos. Sea donde fuese se viviría de la misma manera, con la misma intensidad y juntos. Eso me hace sentir esa canción.
- ¡Wowww!, ¡sí que es poderosa!, ¿no lo crees?
- Sí, lo es.

Por un instante bajó su mirada y jugó con el dobladillo de su falda. Recorría con su dedo corazón los rombos de la tela. Esa imagen, en ese preciso momento, me enterneció. Algo muy dentro de mí tuvo una leve inclinación lo suficientemente poderosa como para abrir un pequeño orificio en mi cerebro y que por él cayeran miles de preguntas que me atosigaban justo en ese instante.

- ¿Y porqué te has puesto así? –le dije intentando buscar una explicación al silencio súbito al que se había sumido- Me has dicho que la canción te encanta, que su letra es tan bonita que te transporta de manera atemporal el sentimiento que ambos nos tenemos, pero de pronto te caes como en un profundo pozo. No sé, es como que hay algo más y que no me lo dices –dije mirándola con firmeza.
- Tal vez. No lo sé –me respondió aún sin mirarme.

Entonces contemplé el lóbulo de su oreja izquierda, era perfectamente bello. Su cabello lacio recogido detrás de su oreja me daba una sensación de suavidad que me transportaba a otro sitio y todo lo que nos rodeaba en aquel instante parecía desaparecer. Descubrir aquellas pequeñas cosas en ella era terriblemente emocionante.

- Quisiera escuchar esa canción –le dije.
- ¿Ahora?, ¿aquí?
- Claro, ¿porqué no? Además traes el reproductor contigo. Anda, pásamelo, que quiero escucharla.

Tímidamente me pasó el reproductor y yo me coloqué los auriculares. Navegó por las cientos de canciones que tenía almacenada en su memoria aquel aparato hasta que por fin encontró aquella canción. Entonces presionó el botón de PLAY. Lo que me sobrevino después fue realmente una sensación inesperada. Pocas veces las cosas me sorprenden en demasía, pero en aquel momento, y luego de la charla que tuvimos, escuchar aquella vieja canción me hizo pensar en esa espiral de la cual ella me hablaba. Al terminar la canción presioné el botón de repetir la canción anterior y cerré mis ojos. Volví a sumergirme en aquella espiral. Se sentía hermoso. La letra era preciosa. Justo en una estrofa, el cantante, decía, “aún estamos construyendo y consumiendo el amor”, y tras escuchar aquellas palabras me imaginé a ambos en cualquier sitio, atemporalmente y juntos.
Tras escuchar aquella canción magnética varias veces abrí mis ojos y vi que ella no estaba sentada a mi lado. Caminaba en círculos fumándose un cigarrillo y mirando hacia el cielo. Se había puesto su abrigo de lana marrón que tanto me encantaba.

- Es hermosa –le dije mirándola. Ella me sonrió.
- ¿De veras te ha gustado?
- Sí, mucho. Ya sabes, es una canción vieja pero muy hermosa y con mucha verdad colgada sobre sus letras. Pero después de tú introducción al escucharla la vivencié de una manera distinta y por un instante pensé que no era aquella vieja canción que yo había escuchado en mi adolescencia.

Ella se echó a reír y muy despacio se acercó poniéndose en cuclillas delante de mí. Pitó el cigarrillo y lanzó suavemente una bocanada de humo por el costado de su boca. Tal vez en otra persona me hubiese parecido un gesto un tanto bajo, pero ella se había encargado de dotarlo de mucha sutileza y feminidad. Nos quedamos un instante mirándonos fijamente y cuando ella parpadeó la besé. Sus labios estaban húmedos y fríos, pero la piel de su rostro se sentía tibia. Fue un beso largo y sentido. Tal vez ambos por un instante nos dejamos flotar en la espiral. Al terminar el beso y abrir los ojos tomó mis labios con su mano derecha y apretándolos un poco me dijo que le encantaban. Había sonado cursi pero me sentí querido y atractivo después de aquel halago. Tomé su cara entre mis manos y la volví a besar. Nuevamente el ruido del motor de un automóvil se encargó de polucionar nuestros oídos, no obstante no interrumpimos el beso. Subí el cuello de su campera e hice llegar el cierre hasta el límite de la cremallera. Tomé sus manos frías junto a las mías y las aprisioné.

- ¿Sabes que hacía mi padre cuando yo era niño y tenía las manos heladas? –le dije sonriente.
- No, ¿qué?
- Mi padre tomaba mis manos entre las suyas y las miraba como si las fuese a hipnotizar. Después de un rato me miraba y me decía, “ahora tienes que pensar que no hace frío, que no tienes frío”. Entonces yo miraba mis manos y pensaba en las palabras de mi padre y dejaba de pensar en el frío y automáticamente mis manos, como por arte de magia, dejaban de tener frío. El frío desaparecía, tan solo porque yo me negaba a pensar en él.
- ¿O sea que negando el frío uno deja de sentir frío?
- No lo sé. Para mí funcionó. Tal vez mi padre haya hipnotizado mis manos y yo nunca lo supe. ¿No crees?
- ¡Claro!, además esa es una bonita anécdota de cuando eras pequeño. Mi padre el mentalista, es un gran título para un cuento, ¿no? –dijo sonriéndome.
- Sí, sí lo es.



Safe Creative #0908064201145

4 comentarios:

  1. Es hermosa la dulzura de la chica en este persona no sé porque me la imagino como una linda chica dulce pero MUY MUJER delicada en todo su aspecto y de aquellas a las que todo les luce, dejame decirte que tu me has hipnotizado con tu relato; mis disculpas por la ausencia Un abrazo ;)

    ResponderEliminar
  2. Me encanta el personaje de la chica me parece tener una elegancia de nina \mujer..No queria que terminara la historia y estoy completamente flotando en tu never ending spiral!Quiero leer mas,mas (Pretty please).I'm another fan hanging on to your every word.Feed me! Un besote

    ResponderEliminar
  3. Muy femenina, nada que ver conmigo jeje pero aun asi, carismaticos personajes. Estoy mega contenta porque hay otra historia tuya!!

    ResponderEliminar
  4. @MAGY:

    Es uno de mis relatos que más me gusta a mí mismo. Está basado en un punto crítico en la pareja de ambos.
    Si te causó hipnosis entonces arrancó bien la historia.

    Besos.


    @DEBORAH:

    Qué bueno que te guste éste relato. ¿fan? wowww jajaja

    Beso, morocha.


    @TEREZA:

    Señorita escritora gracias por sus palabras. Además creo que usted también sabe que sus escritos me complacen.

    Beso hasta su Toluca (México) ;)

    ResponderEliminar