Capítulo 4
Mi novia estaba esperándome en la puerta de entrada de la universidad. Llevaba puesto auricular y movía pegadizamente su pie izquierdo, seguramente al ritmo de la música que estaba escuchando. Apenas la vi pensé que algo entre nosotros había cambiado. Que la vida que veníamos llevando como novios desde hacía tiempo se había transfigurado ante nuestros ojos y no nos dimos cuenta. Al menos yo no lo hice. Pero algo me decía que ella sí y por eso esas claras señales que me mostraba.
- Hola, ¿hace mucho me esperas?
- No, hace un rato nomás.
- Ok. ¿Entramos?
- No, hoy no quiero asistir a clases.
- ¿No quieres?, ¡pero si hoy tenemos clases de literatura!, tú amas la literatura. –dije completamente sorprendido.
- Sí, sí, ya sé que amo la literatura. Pero hoy particularmente no la amo. Hoy no tengo ganas de literatura. Hoy tengo ganas de vagar. ¿Quieres acompañarme? –me preguntó con una mirada escurridiza y escudriñadora a la cual no pude negarme
- Sí, vamos. No vendría mal vagar un poco por ahí –respondí.
Y así nos largamos del lugar sin tener un rumbo fijo y sin saber a ciencia cierta el porqué de aquella loca decisión.
Los automóviles pasaban por la ruta a alta velocidad y tras perderse en el horizonte el zumbido de su paso iba tras ellos, tal como una sombra desesperada en busca de su dueño. Mi novia caminaba a mi lado en silencio. Llevaba una mochila con sus libros y útiles y un cigarrillo encendido en su mano derecha. Los auriculares le colgaban del cuello y pegaban pequeños saltitos cada vez que ella daba un paso. Me pareció verla caminar en otro mundo, tal vez en la luna. Nos sentamos debajo de un árbol en un claro, a orilla de la ruta. El sol estaba tibio y la mañana muy agradable. Nos apoyamos contra un árbol casi espalda con espalda y dejamos que el sol nos calentara el rostro. Mientras tenía mis ojos cerrados todo se volvió color anaranjado. Después pasó al rojo y finalmente se mezcló con el negro. A lo lejos se escuchaban gorriones revoloteando entre las ramas de los árboles. Cada tanto un automóvil o camión pasaba por la ruta a toda velocidad interrumpiendo aquel coro natural y silvestre que se hacía sentir en aquella desolación.
- ¿Sabes?, -le dije- he estado pensando en los últimos días sobre aquello que me dijiste de no tener el mismo peso. Yo también he notado que algo cambió entre nosotros. Creo que en definitiva a eso te referías, ¿no es así?
- Algo por el estilo –me contestó mientras seguía con su cara hundida en los rayos del sol.
- Pues si es así no tengo idea de cómo mejorarlo o cómo salir de ello –repuse.
- No es algo que tenga una solución fácil y práctica –me dijo.
- No, no lo es.
- Claro que no. ¿Me responderías una pregunta de corazón?
- Por supuesto, siempre he sido franco contigo y aún sigo intentándolo día a día. ¿Qué quieres saber?
- ¿Has pensado alguna vez en casarte conmigo?, ¿alguna vez te has imaginado casado, con hijos y viviendo en familia?, ¿me imaginas embarazada y siendo tú esposa?
Ante tales preguntas sentí que el sol me quemaba toda la cara y mi temperatura corporal se elevó de sobremanera.
- ¡Cómo te pones!, así, de repente, te sales con estas preguntas –dije para zafar de la situación.
- Es que por mí me gustaría casarme contigo pronto –me dijo ahora sí mirándome a los ojos. El sol parecía traspasar sus ojos celestes y hacerlos aún más claros. Si no hubiera sido por aquella charla tediosa y cargada de preguntas pegajosas hubiera afirmado que estaba charlando con un ángel.
- A decir verdad no me lo he planteado.
Después de aquel día empezamos a vernos distanciadamente. Ninguno de los dos preguntaba nada ni mucho menos se reprochaba algo. Esa distancia que poco a poco abría un abismo entre ambos se fue imponiendo hasta hacernos ver como dos completos desconocidos. Esa tarde al volver a mi casa me puse a tocar el violín. Hacerlo me relajaba y me permitía descargar las tensiones. Por la noche decidí escribirles una carta a mis padres. Tomé una hoja A4, un bolígrafo y comencé a escribir. Al cabo de los primeros renglones hice un bollo el papel y lo arrojé a la basura. Mis manos parecían haberse olvidado de escribir. Encendí la notebook, abrí el Word y escribí, “Queridos padres…”.
Tras finalizar la carta a mis padres grabé el archivo escrito en el procesador de textos y lo imprimí. En pocos minutos quedó redactada una prolija y perfecta carta para enviarles a mis padres por la mañana siguiente. Hablaba de cómo me iba en la universidad, de cómo me iba la vida viviéndola en soltería y preguntándoles sobre cómo estaban y de cuánto los echaba de menos. Desde siempre me he considerado un hombre bastante sentimentalista. A pesar de siempre haberme sentido orgulloso de haber vivido solo desde el día que decidí marcharme de mi casa natal para estudiar en la gran ciudad, pero también echaba de menos a mis padres. Sin embargo, la vida de soltero se me daba bien y no la pasaba para nada mal. Durante casi un mes no nos vimos con mi novia. Una mañana de martes el cartero dejó una postal en mi buzón de correos. Yo lo vi echarla desde la ventana y también lo vi irse a toda prisa en su bicicleta. La postal era de las islas Bahamas. Me sorprendió, pero mucho más me sorprendió saber que era de mi novia. En breve contaba que había ido por una semana en un viaje de descanso acompañando a su madre. Se habían tomado un crucero que había zarpado desde un puerto de la Capital Federal y que durante diez días las llevaba a conocer distintos puntos turísticos. Tras leer aquello me sonreí. La imaginé con una bikini diminuta caminando por una playa solitaria con su piel bronceada, sus curvas doradas y su celeste mirada perdida en el mar. Hasta me pareció escuchar a una caracola desde la postal. Por un instante pensé que si ella me quería erradicar completamente de su vida jamás me hubiera mandado la tarjeta, así que guardé la misma y me tiré en el sofá a mirar televisión.
Me has dejado picada! Ahora que sigue? Lo dejo?! No se amaban? Que sucedera?
ResponderEliminar@TEREZA:
ResponderEliminarEl amor a veces tiene aristas y esas aristas son puntos de fuga.
En breve el siguiente capítulo.
;)
Ala, ya me he enganchado...!!!!!
ResponderEliminarBesos
¿Se dió cuenta la novia en este viaje que había muchísimo mundo por descubrir, y que el casamiento podría esperar bastante más tiempo? ¿La extrañó el novio mientras veía la televisión?, ¡cuánta intriga!... queremos más...
ResponderEliminar@ALTAN:
ResponderEliminarBievenida. ¿Te has enganchado?, bueno, entonces sigue leyendo.
Bievenida nuevamente.
@PITUFINA:
Hola amiga española. Ahí subí el quinto capítulo para ver cómo sigue la cosa.
:)
Beso.