lunes, 12 de abril de 2010

El fin del día


El fin del día



Cuando el sol golpea sobre el final del armario y refleja sus últimos destellos sé que es hora de cerrar mi negocio. Es el fin del día. Uno más, uno menos. Es el instante en que dejo de ser el comerciante y paso a ser el ciudadano. Me quito el delantal, guardo los anteojos en su estuche, apago la radio. Finalmente doy vuelta el cartel que pegado al vidrio de la puerta indica que el negocio está cerrado. Y ahora sí, ya empiezo a quedarme solo.

Antes de girar la llave miro por última vez el interior del negocio. Todo está en orden, nada fuera de lugar, mañana, un nuevo día, todo estará en su correspondiente lugar. Camino por las calles del trayecto más corto. Unos niños me cruzan corriendo, otros patean un fútbol que pasa cerca de mí. Risas, alboroto, destellos de vida junto a los últimos destellos del sol.

El camino de regreso a mi casa no es largo, más bien diría que es demasiado corto. Tras atravesar la entrada del edificio siento el frío glacial de la soledad. Entonces sé que estoy llegando. Una pareja de enamorados se está besando en un pasillo. Ellos no están solos. Subo las escaleras y hablo conmigo.

Mientras subo escaleras arriba acomodo mi respiración, recuerdo las charlas que mantuve en el día, retrotraigo las imágenes de los niños que crucé en la calle, el bullicio de la avenida, la música de la radio, el sonido de los besos que acabo de escuchar. Sigo subiendo, ya falta poco. Siento el frío recorrerme la espalda, el mismo frío de todos los días, esa misma sensación que jamás me abandonó y me marcó desde muy pequeño. Soy comerciante, debo ser feliz por ello, me digo. Pero claro, no es así. Al llegar a mi departamento tomo el picaporte con la mano y respiro hondo. Miro la puerta, contemplo las vetas en la madera, veo el color caoba de la misma y entonces intento dibujar una bonita sonrisa.

- Hola, buenas noches –digo sonriendo.

Entonces las paredes me responden con silencio.

Safe Creative #1004095943005


(Imagen: http://www.flickr.com/photos/chicken008/4398861567/in/pool-illustrationfriday )

10 comentarios:

  1. Me gustò, dice mucho...Besos "Mujer rebelde".

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  2. Me estremeció tu relato... cuantas veces nos llenamos de actividades para no pensar, para no volver a casa donde se encuentra la soledad...
    Muy real...
    Un beso

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  3. Que buen texto, Morocho.
    Me has tocado en ese silencio.
    Que se hace amigo en estos dias.

    Me gusto mucho, aunque tiene un dejo de melancolia.

    Besotes.

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  4. @MUJER REBELDE:

    Supongo que habla de muchas vidas actuales. Muchos que al llegar a su casa saludan a las paredes.

    Me alegro que te haya gustado.

    Besote.

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  5. @REINA:

    Muchas personas hacen eso. Es una forma de evadir una realidad que asfixia. No sé porqué una persona se deja atrapar por esas fauces, reina, pero lo hacen y es difícil salir, porque ya no se trata de la soledad, sino también de los barrotes psicológicos que ponemos nosotros mismos.

    Beso!

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  6. @CECY:

    Morocha, me alegro que te haya gustado. Hay un texto de Kafa que es parecido y que habla de una persona que retorna a su hogar y solo tiene silencio. Kafka en eso era muy hábil, captaba con ojo crítico las distintas expresividades humanas.

    Te mando un beso.

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  7. Que triste ese final... tu cuento esta perfectamente narrado. Sos detallista, y me gusta, hace mejor la lectura.

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  8. Yo saludo a las paredes y a continuación, pongo la música a todo volumen. No me gusta estar sola en casa.
    Me encantó tu relato. Besotes!!!

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  9. @CARLA:

    Sé que sos detallista y buena crítica, eso es bueno, me gusta.

    Me gustan los finales tristes, creo que muestran gran parte de los momentos reales de nuestra propia vida. Quien aprende a soportarlos pasa más feliz por esta vida, al menos eso pienso.

    Besote!

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  10. @SILVIA:

    Es una buena forma de zafar de la soledad y la opresión del silencio, amiga.

    Eso de llegar y poner el volúmen del equipo de audio al máximo hace que la soledad se ahuyente.

    Besote!

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