sábado, 28 de diciembre de 2013

Lo que pudo ser y terminó no siendo

Ha sido en una de esas noches de agosto cuando ha sucedido el gran cambio. Así lo notó él. Ella en cambio desde el principio supo que aquella relación, prohibida y furtiva, dejaría en ambos grandes y profundas marcas. Él primero notó la tibieza de las manos de ella sobre su pecho. Era una tibieza distinta, casi desconocida. Muy distinta a otras. La tomó para sí, la atesoró en su memoria. Era como si ella con sus dedos escribiera con gracia notas en su pecho. Notas invisibles, mensajes a posteridad... marcas. Luego fue ella quien percibió el beneplácito de la recepción de aquella piel masculina enamorada. Sin embargo ninguno abrió la boca, ni movió sus labios para intentar decir algo que intensificara más el momento y terminara de unirlos.

Pronto se durmieron. El amanecer se mostró con un enorme sol anaranjado que con un baño de luz lo iluminó todo dentro de la habitación. Él dormía del lado derecho y ella del izquierdo. En medio nada. Sábanas, vacío. La noche había desaparecido, y consigo se había llevado la última posibilidad de unir a dos personas. No quedaba nada. Se había hecho todo lo cósmicamente posible.

Tras despertar se sonrieron. Años después volvieron a sonreír, cada uno por su lado, en ocasiones distintas, con un dejo de melancolía y el fuerte sinsabor de lo que pudo ser y terminó no siendo. 

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