domingo, 19 de abril de 2009
mensajeros
escrito por
Unknown
Hubo un día que perdí un amigo. Nunca más lo encontré. Ese día algo en mi interior, sin que yo me diese cuenta, se rompió. Fue una rotura silenciosa e invisible pero que nunca imaginé que al crecer se notara tanto. Si se rompe el bolsillo de nuestro jeans por el agujero se pueden caer monedas o alguno que otro billete, es una pérdida, claro, pero cuando se pierde algo de nuestro interior la pérdida es doblemente dolorosa, o tal vez infinitamente dolorosa, todo dependerá de cuan importante es lo perdido para nuestra personalidad y espíritu.
Viajaba en el tren de las 7:00 a.m. Era comienzos de primavera, el invierno había ya quedado atrás, y el día se insinuaba como uno espectacular. Amo los días espectaculares porque considero que debajo del brazo traen algún mensaje o regalo, aunque de por sí ya traen un brillo especial para nuestra percepción humana. Al llegar a la estación bajé y me senté en uno de los bancos que estaban al costado de las boleterías. No encontraba mis documentos, pero tras revisar cuidadosamente en los bolsillos de mi jeans y en mi mochila los terminé encontrando. Curiosamente un muchacho menor que yo, por su apariencia, me miraba como extrañado. Supuse que mi acción de revisar los bolsillos y mi mochila le habían llamado la atención, pero no le di más importancia de la que debía darle a su mirada y me eché a caminar en dirección a la salida del andén. El muchacho vendía diarios. Pregonaba a gritos las noticias del día y yo escuchaba aquellas como un eco lejano que me susurraba la gris actualidad a mis oídos. Al llegar a la calle me di cuenta que había olvidado mi campera en el tren o en el banco donde me había sentado así que bajé presuroso las escaleras y tras poner mi pie en el último escalón choqué de frente con el muchacho de los diarios. Traía consigo mi campera. Me la dio y con una sonrisa y un “gracias” agradecí su gesto. Por un instante me quedé esperando alguna palabra suya pero no la escuché, entonces sin más le hice un gesto de despedida y dándome media vuelta volví a subir las escaleras. Me perdí en las calles rumbo a mi trabajo. La mañana empezaba a darme la razón, el día iba a ser espectacular.
Esa misma mañana en la oficina no había mucho trabajo así que para pasar el tiempo me puse a presionar mi pelota anti estrés. Mientras lo hacía recordé la escena del muchacho, su acción, su honestidad y llegué a la conclusión que aún existen personas buenas en este mundo. Hacía mucho que no veía una persona así, hasta yo mismo a veces al mirarme al espejo no la encontraba. Al día siguiente al bajar del tren el muchacho estaba allí, con sus diarios debajo del brazo y anunciando a viva voz las noticias matinales. Día tras día se repetía aquel ritual. Miles de personas pasaban a diario por aquel lugar y nadie posaba los ojos en nadie, salvo en las curvas o el escote de alguna que otra mujer insinuante. Todos parecíamos fríos y distantes, aislados y casi rozándonos, era increíble ver aquello. Yo era parte de ello, claro, sin embargo el muchacho de los diarios, no. Él observaba a todo el mundo y directamente a los ojos. Su mirada era como hipnótica y cálida a la vez. Una telaraña demasiado tentadora en la cual dejabas atraparte a primeras. Yo siempre caía. Al llegar en el tren había veces que nos observábamos mutuamente a través del vidrio de la ventanilla como si las demás personas en el andén se evaporasen y solo quedáramos conectados él y yo. De a poco nos empezamos a saludar apenas nos veíamos por las mañanas. Luego comenzamos a sonreírnos afectuosamente. Así, como lo hacen invisiblemente los hombres cuando se estiman.
Al poco tiempo bajé cierta mañana del tren y no vi a mi amigo vendedor de diarios. En los días siguientes tampoco lo hice y eso me extrañó. A la semana un nuevo muchacho vendedor de diarios estaba en la estación pregonando las noticias del día y eso me llamó aún más la atención. Decidí acercarme y preguntarle por mi amigo.
- Hola, ¿sabes que le ha pasado al otro muchacho?, al otro vendedor de diarios que estaba antes que tú.
El muchacho me echó una mirada de incoherencia. Noté en sus gestos que algo andaba mal.
- No señor, no conozco a ningún muchacho que venda diarios y que haya trabajado en esta estación antes que yo. Es más, que yo sepa soy el primero, aquí nunca nadie vendió diarios porque se vendían en el local de la cafetería pero desde que se autorizó la venta ambulante soy el primero que la empresa a dispuesto en esta zona. Perdón, pero no sé nada de ese muchacho que usted me menciona.
Me quedé estupefacto. Por un instante pensé que era una broma aquello que me decía el nuevo vendedor. ¿Cómo podía ser que no existiese antes un muchacho vendedor de diarios si yo mismo lo vi y yo mismo había charlado con él? Ese día llegué a la oficina con mi cara desencajada. Mis compañeros me miraban extrañados y algunos preguntándome que me pasaba se iban sin respuesta de mi parte. Al llegar la noche fui el último en salir de la oficina y cerrarla. Regresé en el último tren a mi casa. Al pasar por la estación la vi vacía y mi piel se me puso como la de una gallina, similar, muy similar. Sentí un escalofrío al mirar a través del vidrio y un angustia aguda en mi pecho. Los días fueron pasando y los meses también. Nunca más supe de aquel muchacho. Nunca más lo volví a ver. En mi memoria quedaron atrapados su mirada cálida y su gesto amable. El cómo miraba y le sonreía a las personas, nuestras charlas. Lo echaba de menos. Pensé entonces en porqué había pasado aquello, porqué a mí, quién había sido aquel muchacho que parecía más humano que todos los que transitábamos por aquella estación. Sentí entonces que existen seres en esta vida que se brindan a nosotros a modo de mensajeros, que cumplen funciones justas, exactas, que tal vez son encomendadas por Dios o el destino mismo, vaya a saber. Con el pasar de los años puse en práctica lo que aquel amigo invisiblemente me enseñó, aprender a mirar a las personas y verlas más allá de lo que aparentan, a no negar una sonrisa, a escuchar y a dejarme sorprender por aquello que está más allá de las murallas que cada uno construye a su alrededor.
Hubo un día que perdí un amigo.
Nunca más lo encontré, pero él me ayudó a encontrarme a mí mismo y a ser ese humano que estaba destinado yo a ser.
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Muy bonito, y creo totalmente en esas palabras..
ResponderEliminarAbrazos!!
Me emocionan tus palabras, el mensaje es hermoso, aunque en este mundo cada vez más masificado, el individualismo parece la muralla más difícil de abatir.
ResponderEliminarCuantos más somos, menos humanizados... Ojalá que en todas las estaciones de todos los trenes, de todos los metros, de tranvías y autobuses incluso, hubiera alguien que nos transmitiera algo tan bello como no negar una sonrisa, como escuchar al que se tiene enfrente, a ir más allá de lo que vemos.
Mis felicitaciones por este cuento, es triste pero deja un poso de bondad hilvanado entre sus letras.
Una sonrisa
Me ha gustado escribir esta especie de cuento. En realidad mis últimos escritos, que no están publicados en este blog, son más extensos que antes y es tal vez por querer desarrollar un poco más la historia y no ser breve. Si bien este relato no es corto tampoco sí ha valido la pena subirlo como una entrada de este blog.
ResponderEliminarMe alegra y me pone feliz que lo que escribo guste y se sienta bien después de leerse. Es la finalidad, ¿no te parece Carmen?
Saludos.
Pitufina gracias por tús elogios y como decía a Carmen en el comentario anterior me pone feliz que los lectores sonrían con los escritos. Un buen escrito en un momento de ganas de lectura es una gran dósis para sonreir y ese es el cometido primario de todo esto y de el placer que me causa escribir.
ResponderEliminarEstamos deshumanizados, eso lo sabemos. Hasta nosotros mismos muchas veces nos damos cuenta que lo estamos; sin embargo dejarse abatir sería el error, al contrario, hay que intentar siempre cambiar y mejorar, ser compañero y más humano día a día. Claro, no es fácil.
Saludos.
¿Por qué será que siempre valoramos las cosas o a las personas después que no las tenemos?
ResponderEliminarEste relato amigo, me puso a pensar en cuántas cosas dejamos pasar sin darnos cuenta que esas son las cosas importantes.
Gracias, fue una bella manera de darle comienzo a mi domingo.
Un beso.
Precioso relato.
ResponderEliminarY muy lindo su mensaje.
Besos.
Nas!!
ResponderEliminarLos verdaderos amigos son sin duda los que te hacen mejor, los que sin darte cuenta, con su apoyo o su sola presencia, te impulsan a convertirte en una mejor persona.
Yo lo siento así y estoy segura de no ser la única que lo cree.
Y tu cuento expresa éste sentimiento de una forma triste, nostálgica pero que invita a la reflexión y a sonreír por el mensaje claro y prometedor.
De que aunque pocos, aún existen personas así, que en lugar de solo ver y oir, observan y escuchan, que es muy diferente.
Como bien dijo Darthpitufina, nos hemos deshumanizado, y tu bien escribiste casi al final del cuento acerca de las murallas que nos construimos a nuestro alrededor. Ambas afirmaciones son verdades dolorosamente ciertas.
Somos tantos que nos aislamos conciente o inconsciente, nos olvidamos que no vivimos solos, sino que compartimos este mundo con otras personas, que al igual que nosotros sienten y piensan.
Y si tuvieramos éso en mente... que diferente sería el mundo...
Gracias por escribir semejante cuento, es un placer haberlo leído.
Espero que nos leamos pronto, hasta entonces...
En realidad muchas veces he pensado eso, Ro, y siento que es como si fuese un truco de la vida, algo que se nos niega para enseñarnos siempre lecciones nuevas. Tal vez si supiésemos de antemano lo que debemos valorar no lo tomaríamos con demasiada seriedad, tal como solemos hacer con muchas cosas.
ResponderEliminarGracias por siempre pasar y que bueno que te gustó esta especie de cuento.
Saludos.
Gracias, Cecy.
ResponderEliminarMe alegro te haya gustado.
Saludos.
Kyara, a veces hay amigos que te hacen bien y no te das cuenta hasta que pasaron por tú vida. Creo que eso le pasó al personaje de este relato al momento de saber que el muchacho de los diarios ya no existía él comprendió cuantas cosas importantes le enseñó con simpleza e invisibilidad.
ResponderEliminarLa deshumanización que DarthPitufina y vos hablan es tal cual; es el efecto primario de la globalización que nos cobija. Es increíble pensar que mientras más conectados y globalizados estamos cada vez nos sentimos más y más solos y alejados. Es todo un verdadero tema. El relato habla de eso también. Es un tema metido subliminalmente dentro del hilo principal, algo que hice casi sin pensarlo en este como en otros relatos míos.
Me alegro que te haya gustado el cuento.
Saludos.
Me tocas el alma con este escrito tan bello..
ResponderEliminarMe has llenado la cabeza de cosas lindas y siento dentro de mi corazón una gran ternura por sentirme identificada con este post tan maravilloso.
No te imaginas lo mucho que me ha gustado..
Es un placer leerte.
Que pases una buena semana.
Abrazos.
Querido Literato, he vuelto, estoy de nuevo en la bloggsfera y aquí ando tratando de ponerme al día con los blogs de mis amistades.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, espero estés muy bien, nos seguimos leyendo.
Me encantó el relato de tu pot aunque confieso que debo leerlo nuevamente.
Pierina, que lindo tú comentario. No sabés lo que significa para uno que uno de sus lectores tenga palabras agraciadas por un escrito de su autoría. Es el pago ideal, el deseado. Gracias.
ResponderEliminarSaludos.
Natalia, bienvenida de nuevo a la blogósfera. Ponete al día y siempre sos bienvenida en mi blog. Me alegro te haya gustado este relato. =)
ResponderEliminarSaludos.
Muy bueno tu blog, me quedo por aquí con tu permiso, tambien te invito al mio, a ver si te gusta, un saludo.
ResponderEliminarhttp://adornax.blogspot.com/
Woaooo Literato esto esta genial...cuántas veces vamos tan rápido por la vida y no nos detenemos a mirar y mas que mirar observar y conocer en unos ojos distantes pero que nos cuentan una vida entera llena de secretos...los ojos la ventana del alma y mejor que mil palabras...vale tan solo detenerse a sentir el viento que nos rosa o la luna que nos ilumina el caminar y así comenzamos a vivir....
ResponderEliminarGracias adnx. Podés quedarte y pasar todo lo que quieras, es un blog para leer y a mí particularmente me gusta escribir y si me leen mucho mejor, el feedback es genial.
ResponderEliminarSaludos.
Magy, gracias. La idea de escribir este relato fue eso mismo: lo ciegos que estamos para mirar. Todos, absolutamente todos, Liter@to incluído. La globalización tiene mucha culpa, sin embargo el egoismo de cada uno de nosotros mirándonos el propio ombligo es el que más.
ResponderEliminarGracias por siempre pasar por mi blog y comentar.
Saludos.
"il mensagero non é importante" o al menos eso decian en Stigmata...
ResponderEliminar:o)
Pues creo que en nuestros días sí a pasado a ser importante Bohemia. ¿Porqué?, tal vez porque ya nadie porta mensajes sin pedir algo a cambio. Ya nada se hace desinteresadamente.
ResponderEliminarSaludos.
Entonces no perdiste nada!!!! En cada sonrisa, en cada cruce de miradas con otras personas... Ahí es donde esta tu amigo....
ResponderEliminarDe todos modos, nunca deja de ser triste el sentimiento de perdida...
Lo bueno, es que día a día, aparecen nuevos amigos para seguir mostrandonos una parte del camino...
Saludos
Eso que decís Guada sobre el que aparecen nuevos amigos para seguir mostrándonos parte del camino de la vida es muy real y nos damos plenamente cuenta de ello a medida que vamos creciendo.
ResponderEliminarMe gustó tú comentario.
Gracias.
Saludos.