En las noches de pegajosa y odiada soledad más de una vez quiso escribir alguna diatriba en contra de ella, sin embargo jamás pudo, pues se había mimetizado demasiado con los claroscuros que ella tenía. Hay simbiosis fatales, sin darte cuenta se te pegan y ya no te largan, te enredan con sus telarañas y de a poco te devoran con sus fauces. La soledad es una de ellas, y la soledad acompañada la más llamativa y vistosa de toda la especie. Mientras muchos aman y cogen por las noches, otros tan solo se dan vuelta acurrucando su almohada y miran las distintas luces de la calle por la ventana, escuchan el soplar del viento y cómo la naturaleza sigue su ritmo viviente sin siquiera extenderle un salvavidas de socorro a su vida en decadencia.
Se consideraba un hombre con un grueso error. Los errores tienen diámetro –siempre decía-, y ese diámetro es el que indica cuan ancha es la boca del pozo donde caerás luego. Mientras algunos caminan por bordes y otros por peldaños filosos él tan solo intentaba saltar cada pozo que se habría en su vida según sus errores. Pero a veces saltar resulta imposible, humanamente imposible y es ahí cuando se deja caer uno mismo y la vida te toma y te arroja a los antojos del destino.
Cada vez que tenía un disco de vinilo en sus manos rememoraba viejas épocas. Sí, con una sonrisa colocaba el disco en el equipo de audio y sentado en el sofá cerraba sus ojos dejándose llevar por un viejo rock o un solo de guitarra que reverberaba en toda la habitación. Como si una cámara estuviese suspendida en el aire se sentía observado en su intimidad, pero eso le gustaba, lo hacía sentir alguien especial y no sumergido en el profundo silencio plagado de ruidos. Ya es tarde, pensó muchas veces, como una más de las tantas pobres almas perdidas se sentía deambular en un mundo no echo a su medida, en un mundo que sentía había perdido todo el encanto de sí mismo y ahora entraba en una decadencia absoluta barrido por ríos de lava que lo devoraban todo.
- Hola, 911, ¿en qué puedo ayudarlo?
- Buenas noches, quería reportar un suicidio.
- Ok. ¿Usted conoce a la víctima?. Le doy la dirección de su llamada, Avda. López y Planes 2399, ¿es correcta la dirección? –preguntaba la operadora del 911.
- Sí, es correcta. Conozco a la víctima. Soy yo.
Es difícil ser un hombre analógico en un mundo digital, es como sentirte que vas en plena contramano en la avenida más ancha del mundo y nadie te desea lo mejor, tan solo se acuerdan de toda tú familia y muchos otros se burlan y te ignoran. No se trata de números binarios, tan solo de distintas realidades. Como fabulosas bestias en extinción muchos se sentían como él, al borde del “no va más”, en el punto justo de ebullición del hartazgo de su vida, sin comprender porqué a ellos sí y a otros no.
Seis balas alberga el cargador de un revólver, tan solo seis oportunidades para saltar de un plano a otro. Mientras el disco de vinilo giraba sinfín en el equipo de audio una sola bala se cargó en el tambor del revólver. Las otras cinco sobraban. Es increíble como hay noches bellas que captan todos los sentidos y nos llevan de la mano a recorrer mundos insospechados que solo existen bajo la luz de la luna en mundos paralelos al nuestro. No estaría mal conocer esos mundos, pensó. Claro, la llave no es fácil de encontrar, o se nos viene dada en gracia o la encontramos nosotros adrede. Él quiso la segunda opción, optó la manera más corta pero la de más peso. Quiso ser criatura fabulosa y escribir un nuevo capítulo drástico en su vida tal como aquella diatriba que deseaba dedicarle a la soledad. Y lo logró. Tan solo un disparo y un hilo delgado de sangre saliendo de su sien daban el pase mágico a un mundo nuevo e insospechado del otro lado, bañado por una luz de plata lunar y una brisa fresca y nueva que acariciaba cada poro de la piel.
Solo el sonido del disco de vinilo girando tontamente daba vida a la habitación. El sofá contenía el cuerpo sin vida. El teléfono descolgado hablaba de ya no tener más ganas de hablar ni escuchar. Increíblemente él había abandonado el mundo analógico y el digital a la vez, ahora, mucho más etéreo, se disponía a recorrer planos paralelos y mundos impensados y todo bajo la misma luz del satélite aburrido que gira acompañando la Tierra.
Es un escrito cargado de muchas sensaciones que no se escapan nada de esta realidad.
ResponderEliminarCuantas veces la soledad que te devora se lleva lo mejor y te arrastra al abismo, ni te cuento la concurrida.
No hay que tenerla instalada solo de visita un rato y despues invitarla con todo respeto a irse.
Besos.
a mí el vinilo me ayuda a sobrellevar mejor la soledad que, instalada en casa, merodea sin abandonarme.
ResponderEliminarademás, no te has dado cuenta de lo mal que sigue el ritmo? la mía, por lo menos, padece de sordera.
JO!
ResponderEliminarUna historia fuerte.. que se me hace real!! Muy del dia eso si..
Y mira como me gusta vinilo. pero no en esas circunstancias!!
Buen post.
Que tengas una buena semana. cuidate!! Te dejo abrazos.
Coincido con vos Cecy, el escrito está plagado de realidades. También junta la transición de verse entre el ayer y el hoy, algo que nos pasa a muchos que tenemos nuestra edad actual entre los 30 y 40 años.
ResponderEliminarEs un tema de nunca acabar lo de la soledad merodeándonos Tara, algo a lo que muchas veces queremos escapar pero es casi imposible. Sin embargo vos parece que le hacés un "olé" con los vinilos =)
El "jo!" del inicio del comentario me encantó Pierina, es que es muy de Salinger y su personaje de El Guardián entre el Centeno, ¿no?. Es una historia bastante real la que escribí en esta entrada y muy de nuestros tiempos contemporáneos.
Gracias a todos por comentar.
Mis saludos.
"Es difícil ser un hombre analógico en un mundo digital".
ResponderEliminarCierto es, humilde veterano de vodeville en el papel de víctima y villano...
Saludos
Gioia, es una buena definición la tuya... Claro, no es fácil ser un hombre analógico en un mundo digital.
ResponderEliminarSaludos.