martes, 7 de abril de 2009

el suave precipitar de la pluma (3.final)





3.


Inserté el sacacorchos en el corcho de la botella, lo giré un par de veces y destapé un buen vino que guardaba de hacía tiempo en una pequeña bodega de algarrobo en el fondo de la casa. Tomé una copa, un par de papeles y mi pluma. Afuera aún soplaba el viento y blancuzcos nubarrones serpenteaban el cielo nocturno dibujando figuras de las más variadas índoles.

Mi mano ya no tenía la firmeza de mi juventud para mantener la pluma, sin embargo aún podía escribir con caligrafía elegante, con bella curvatura y en un manuscrito legible y claro. Mi mente aún creaba ficciones, dibujaba perfiles de personajes, y podía llevar una trama cargándola de suspenso, intriga o comicidad. Pero solo yo sentía aquello, la crítica despiadada de los opinólogos de la palabra hablaban de todo lo contrario, de un hombre gris y acabado que ya no era capaz de formular dos frases coherentes formando un texto con poder de captar al lector y llevarlo a lugares imaginados o surrealistas.

Vertí un poco de vino en la copa y lo saboreé mirando el mar. Dejé pasar aquel elixir por mi garganta mientras olía a tierra mojada y a vergel húmedo. Encendí una vela y la coloqué dentro del farol y a su luz comencé a escribir. Los pensamientos sobre mi despedida con Irene fueron llegándome de a ratos y poco a poco mi escrito se plago de ella, de su aroma, de su piel y de su personalidad. A pesar de haber sido despellejado de manera brutal y sin razón yo seguía siendo un hombre capaz de dejar pasar al amor por sus venas y brindarse de lleno a él. Irina aún ocupaba mi corazón y yo, de manera cobarde y apresurada, la había dejado partir perdiendo de esa manera a la única ninfa que acariciaba mi estrujado corazón.

La madrugada me sorprendió escribiendo. La vela casi se había extinguido y la luna se había impuesto en lo alto del cielo. De la tormenta no quedaba rastro alguno y el mar había vuelto a serenarse como un niño cuando duerme plácidamente después de un gran llanto. Decidí entonces dejar de escribir por aquella noche, ya era suficiente. Me entraron ganas de caminar, entonces tomé un abrigo y salí a caminar por la playa, despacio, con mis manos en los bolsillos del pantalón y contemplando como la luna jugaba de a ratos a las escondidas con alguna que otra nube rezagada.

Al finalizar el verano había terminado de escribir una novela. La titulé “el suave precipitar de la pluma”. Hablaba sobre la vida de un escritor en sus años de decadencia, masticando el vapuleo constante de la crítica y la admiración silenciosa de sus colegas. No hablaba de mí, hablaba de un escritor huraño y profundo cuyos textos tenían el don de romper con las reglas comerciales e hipócritas de mercados que deseaban convertir su vocación en una torre de billetes depositados en cuentas bancarias de sus editores. El escritor de mi novela sufría y palidecía ante cada embestida que atacaba a su profesión, pero no claudicaba, al contrario, se aferraba más y más a sus ideales y continuaba escribiendo, pero ya no para sus lectores comerciales, sino para ese puñado escueto que lo seguía como si fuese el líder de una secta de culto. Terminé la novela de manera magistral, al menos para mí lo era. Di al personaje el éxito sobre su desgracia y eso me satisfizo de sobremanera. Creo que aquella novela hizo lo mismo con mi interior.

Nunca publiqué el libro. El texto en borrador aún permanece en un cajón, bajo llave, en mi casa de la playa. De vez en cuando al ir de paseo lo tomo y releo una que otra página pero nunca tuve interés en publicarlo. Yo supe lo que la gloria de escribir y triunfar significó. Ver miles de personas alrededor del mundo intentando escribir para ser exitosos y ganar dinero me deprimía y me llegaba a dar lástima de ver como se manipulaban las palabras sin tener amor por ellas. Con el transcurso de los años siguientes me dediqué a asistir a lanzamientos de nuevos libros de mis colegas, a dar charlas en universidades, a montar talleres literarios y a aconsejar a jóvenes talentosos que por las noches se llegaban a mi departamento en la ciudad a charlar y cruzar opiniones. No podía alejarme de las letras, eran mi vida.

En la ciudad mi pluma descansaba en el tintero. Mi escritorio se mantenía lustrado y prolijamente ordenado. Mi despacho silencioso y lejano. Sin embargo cada vez que visitaba la casa de la playa me gustaba sacar un par de papeles y escribir algún que otro texto o relato con mi pluma. Esbozaba a Irina con palabras y cargaba los textos de deseos de esperanza y éxitos para ella. Mi corazón ya se había convertido en un cuarto oscuro y vacío, con un puerta que había quedado entreabierta pero que a nadie parecía interesarle cruzar a través de ella. De a poco vi como mi vida se fue hundiendo y arrastrando a mis letras con ella. La pluma se fue precipitando lentamente hasta caer al fondo del abismo, a mi lado, en la oscuridad absoluta. Pero dentro de mí el escritor jamás murió. Tampoco hoy a muerto. Mis historias y mis personajes caminan conmigo en estos últimos días de mi vida tiñéndola de colores alegres y esperanzadores bajo cielos inconmensurables y cargados de ficción.





Poema Cielo
(de Leonard Cohen)


Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades
Los grandes pasan

Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos

Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan

* *

10 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la historia de este escritor, el final me ha sorprendido, porque se siente la gloria igual. Esa de la humildad, bueno asi me parecio a mi.

    Besos.

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  2. Cecy, es que un escritor escribe por la gloria y no por el éxito. El personaje aún en su ocaso se sabe un verdadero escritor.

    Saludos.

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  3. Aaah nooo seeeeeeeeee... percibo al personaje pleno y satisfecho., aun asi me pone entre triste y nostalgica. NOOO SEEE., aveces las historias no tienen el final que te gustaria., fue como esas peliculas que al final te dejan con un hueco, en el que retumba un por que???.

    Pero bueno. lo que es bueno para uno, no siempre es bueno para los demas.

    Me puso melancolica. PUNTO.

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  4. Caro... punto entonces =)

    Saludos.

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  5. Una serie interesante, contada de forma muy introspectiva y personal y en la línea meláncolica pero de esperanza que caracteriza por lo general a lo que he leido de ti.

    El primer capítulo me parece muy bueno, coontado de una forma magistral, un inicio excelente para enganchar.

    El segundo lo veo un poco más como un trámite que te vuelve a hacer divagar junto al personaje, pero más trivial que los inicios.

    Y aquí, al final vuelves un poco a elevar de nuevo lo que fue al principio, incluso lo mejoras diría yo con esa "meta-informacion" sobre la propia novela, de nuevo la magia del piano... pero el final final me parece ligeramente caótico.

    En resumen me gustó bastante, sabes "transportar" al lector.
    Ahí queda mi humilde opinión.
    A ver si pronto leo alguno más!
    =)

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Gracias Darko. Me alegra que mis lectores hagan crítica constructiva sobre mis textos. Esa retroalimentación de la que tanto hablo sin lugar a dudas se plasma en ello.

    Saludos.

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  8. Nas!!

    La primera parte me dejó con un sentimiento de vacío y melancolía, no lo puedo negar. Es conmovedor como el escritor lee las crueles palabras de la crítica y se deja envolver por la depresión.

    Ciertamente las musas son caprichosas y volubles. Todo el mundo lo sabe. Pero el que éste escritor se sienta acabado solo porque la sociedad ha establecido el mito de que con la vejez llega la decadencia es imperdonable.

    En la 2da parte coincido con lo que escribió Darko Wiggin, pero creo que era necesario ése "espacio", dónde el escritor toma conciencia de su situación.

    Pero la 3ra parte... dios mío, yo pienso que es el mejor final que pudiste haberle dado.

    No sé tú, o el resto de las personas que gustan de escribir, pero cuando logras traducir en palabras tus ideas, y el resultado es justo lo que tenías en mente, es un éxito que ni la fama mundial podría superar. Ése éxito te llena, te satisface a niveles totalmente diferentes a cualquier otra cosa que experimentamos en la vida diaria.

    Es un total placer poder leer, una y otra vez, el fruto de la inspiración, regalo de ésas caprichosas musas. Es..es grandioso.

    No importa si no resulta en best-seller, que la crítica lo destruya, que el resto del mundo lo desprecie, no importa.

    Entiendo al escritor, y entiendo que haya guardado ésa novela en un cajón de su casa en la playa. No necesitaba más. Es simplemente perfecto.

    Probablemente a muchos el final les sepa amargo, pero creo que muchas veces así es la vida, y no por eso deja de ser tan maravillosa. Y creo que el protagonista de éste relato lo entendió bien, éso quiero creer...

    Felicidades!, me dejas con una sonrisa en los labios, y una lágrima de gozo en los ojos de mi alma ^^

    Nos estamos leyendo, hasta entonces...

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  9. P.D. Por cierto, El poema cielo... invaluable! Como la cereza del pastel ^^

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  10. Kyara_athena, gracias por tú comentario a modo de crítica constructiva y ojo crítico. Eso ante todo. Coincido en todo lo que has escrito, como así también en ese comentario de Darko. Los buenos comentarios, los que critican pensando son los que valoro totalmente, los otros los atesoro de igual manera, con ansias y con regocijo porque hablan a su modo de cómo el lector siente al leer lo que escribo.

    Me gusta escribir. Mucha gente me lee. Este es mi cuarto blog. Los otros los he ido cerrado con el tiempo. Muchas personas me han impulsado a lo largo de los años que llevo publicando mis escritos a que escriba un libro de mis relatos o una novela. Tengo idea de hacer ambas cosas. Muchas editoriales me mandan correos para que participe en sus libros, pero nunca respondí a ninguna. No sé. Creo que el placer que siento de escribir encuentra el feedback necesario en mis lectores anónimos y virtuales, sin costo, sin expensas. Ayer he ido a leer libros a una librería gigante en esta ciudad donde vivo y al hojear a muchos de ellos me dije para mis adentros, "pero si yo escribo igual o mejor que éste" jajaja. Creo que eso me da ánimo.

    Particularmente me gustó escribir este relato. Me está pareciendo bien escribir cuentos o relatos divididos en tres o cuatro entregas; considero que atrapa más y la historia tiene más peso.
    A veces me emociono cuando releo para correción, es increíble, me pasa.
    Tengo 37 años y la verdad que desde los 8 años escribo y me sigue encantando igual o más que cuando era niño.

    El poema "Cielo" es invaluable, tal como lo dijiste.

    Gracias por tú comentario.

    Saludos.

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