miércoles, 1 de septiembre de 2010

El ángel negro de medianoche



H
ot’s es un gran lugar. Es de esos lugares justos para abrir los muslos en la penumbra y conocer a alguien desconocido en la noche.
Esa noche, como todas las chicas buenas, me empolvé la nariz, ajusté el push-up y salí de la casa con un toque sutil y femenino al cerrar la puerta. Es que una nunca debe perder esa feminidad que la caracteriza y la hace un animal único… y mucho más por las noches.

Las calles están más pobladas que durante el día. Ahora hay gatos, todos pardos. Gatas, de uñas afiladas, ojos resplandecientes y pieles finas. Me miran con sus ojos escudriñándome. Saben a la perfección que no pertenezco al vecindario. Yo me sonrío. Sigo caminando con mis tacos aguja y desparramando Channel. Eso enfurece a los gatos nocturnos. Lo noto en sus ojos que ahora se vuelven delgados como un alfiler.

No me sorprenden las marcas: Audi, Mercedes Benz, Chrysler, Rolls Royce, y siguen. Todos con potentes ópticas que dejan la noche como la cara visible de la luna. Los gatos caminan delante de ellos, los acarician, no les importa perder una de sus almas por un instante de fama bajo aquellas nubes de fantasía. Pienso si será mi noche. Tal vez sí, me digo. Increíblemente alguien se me acerca, lo percibo. Siento esa necesidad imperiosa de sacar lo mejor de mi seducción. Lo haré. Eso me prometo.

Entro a Hot’s. La música lo envuelve a todo. Eleva. Es un bosque de desconocidos. Figuras fantasmagóricas en las paredes, luces multicolores, humo, ojos de gatos, ojos de palomas perdidas. Es difícil saber dónde terminaré esta noche. Creo que tampoco importa mucho. A veces son necesarios ciertos sacrificios para lograr un minuto en el cielo. Eso piensan muchas como yo cuando ingresan a Hot`s. Afuera, es otro mundo, como los de Isaac Asimov, de ciencia ficción.

Mientras bailo y danzo en medio de la pista siento que mi cabello flamea. Mis rulos se envuelven al ritmo del sonido entre el humo del tabaco y la atmósfera densa. Nadie me ve. Nadie sabe que estoy aquí. Es mi mundo unipersonal. El mismo que está conformado por mi cuerpo, mi mente y mi esencia de mujer. Sigo bailando. Muevo mis caderas, mi cola, levanto los brazos, siento mis pechos seguir a mi cuerpo. Es un estado de éxtasis pleno. Algunos gatos me envidian. Otras miradas me desean al punto de querer abordar mi universo.

De repente alguien toca mi espalda y siento un fuego que me corroe. Esa sensación no es común. Nadie produce fuego al simple contacto. Volteo y está frente a mí. Es un hombre común y corriente para todos pero no para mí. Para mí es un ángel negro a la medianoche. Me habla y no le escucho. Me gesticula y me conmueve. De él emana algo que solo él puede producir y por lo tanto lo hace único e irrepetible en la faz de la tierra. Me hace señas. Me invita a salir afuera. Tengo ganas, de todo, entonces lo sigo.

La noche está más fría que nunca. El cielo oscuro y profundo. Las luces de las ópticas dormidas. Él saca un cigarrillo de su campera y me convida. Hace un hueco con la palma de su mano y tras accionar el encendedor me da fuego. Veo el destello de sus ojos en la penumbra. Me siento atraída como pocas veces ¿Eres mi ángel? –deseo preguntarle, pero no lo hago, me muerdo los labios e intento seguir caminando con los tacos altos acertando al lomo de los adoquines. La piel se me enfría rápido y él lo nota. Reluce su caballerosidad colocándome su campera sobre los hombros y es por primera vez que absorbo completamente la sensualidad de su perfume: Armani.

Observo mi escote, se nota sensual. Observo sus ojos almendrados posarse en mis pechos. Me siento linda para él. Eso me atrae. Lo beso. Me besa. Imagino que con sus alas negras me cubre por completo y el frío se disipa. Del medio de la noche ha surgido y he logrado lo que quería. Como una gran cazadora de vampiros siento la necesidad de su sangre, de toda su carne. Se inclina nuevamente, pero esta vez no me besa. Me habla.
_ ¿Cuál es tú pena? –pregunta.
Entonces yo enmudezco. Una espiral de imágenes se contorsiona a mi lado y me muestra una a una las penas que afligen mi humanidad endeble. Ahora sus alas ya no son negras sino que comienzan a parecer de color blanco. Daría cualquier cosa por percibir la mirada de los gatos pardos o la tibieza de las ópticas de los automóviles de lujo. Sin embargo estoy sola frente a él en medio de la calle, tiritando, sin saber qué decir, o mejor dicho por dónde comenzar a explicar las penas que aquejan mi alma.


No sé cómo volví a casa. Pero ahí estaba, tendida sobre el sofá con la luz del sol sobre el resto de maquillaje que me quedaba. Un olor a perfume Armani de hombre impregnaba mi piel casi por completo. Recordaba todo a medias, con claroscuros, sin conclusiones tajantes. Sentí mucha soledad. Miré mis muslos, firmes y brillosos, sentí mi sexo con la humedad del deseo insatisfecho, toqué mis pechos rígidos y deseosos, y todo me sumía aún más en una confusión exasperante. Hot’s a veces tiene esas cosas inexplicables. En medio de la noche, cuando todos los gatos son pardos y tiendes a mimetizarte puede que el vuelo de un ángel negro te sorprenda. Que de la nada aparezca y que penetre en tú vida dándote un zarpazo en tú tibia conciencia.

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(Imagen: http://go2.wordpress.com/?id=725X1342&site=misapropiaciones.wordpress.com&url=http%3A%2F%2Fmisapropiaciones.files.wordpress.com%2F2010%2F06%2Fafterdark.jpg&sref=http%3A%2F%2Fmisapropiaciones.wordpress.com%2F2010%2F06%2F15%2Fafter-dark-de-haruki-murakami%2F )

4 comentarios:

  1. Sorpresa. Una bella metáfora...y bueno...me he sentido muchas veces como ella.

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  2. @KUYEN:

    Bienvenida a mi blog.

    Sí, supongo que es un perfil que puede llegar a ser algo común en muchas mujeres.

    Un gusto que pases a leer.

    Saludos.

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