viernes, 1 de mayo de 2009
naranjas de abril (3)
escrito por
Unknown
3.
Crecí y recorrí parte de mi país.
Ya no cosechaba naranjas, ahora me dedicaba a viajar, vendía repuestos para automóviles y me movía de ciudad en ciudad para la empresa que trabajaba. No era un oficio que me gustase mucho pero me daba dinero suficiente para tener ahorros y movilizar mi vida. Tenía treinta y siete años en aquel entonces y físicamente casi no se notaba aquella edad, siempre tendí a parecer más joven de la edad que mi cuerpo realmente tenía. Viajando de aquí para allá conocí a muchas personas y obtuve muchas vivencias. Fue en aquel invierno de mis treinta y siete años que mientras viajaba por una ruta del noroeste contemplé maravillado los campos helados y la nieve cubriendo las montañas. Eran las primeras nevadas. La cordillera de los Andes se alzaba imponente sobre el horizonte. Llevaba la música de mi automóvil a poco volumen e iba distendido. Llegué a un cruce de ruta y me sentí perdido. Aquel camino era nuevo para mí, entonces decidí buscarlo en el mapa. Estacioné el automóvil en la banquina, cerré mi campera y apoyando el mapa en el capó me dispuse a buscar el pueblo a donde me dirigía. La ventisca estaba helada, penetrante. Aquella zona era de estancias de frutales, una vasta zona rica para la economía de la provincia.
Localicé el pueblo en el mapa y miré alrededor mío el paisaje. Recordé cuando era mucho más joven y solía ir con mi padre y mi abuelo a las cosechas de frutales, principalmente las de naranjas que tanto me gustaban. Y fue inminente la llegada de la imagen de Josefa a mi memoria. Hacía muchos años que no la recordaba pero estar en aquel lugar rodeado de plantaciones de frutales me hizo rememorarla con una sonrisa y una mirada perdida en la blancura de los Andes. Tomé aire, suspiré, guardé el mapa y volví a la ruta en busca del pueblo.
Faltando unos kilómetros para llegar al pueblo me di cuenta que reconocía aquel camino. Claro, era el camino que llevaba a la estancia de Josefa. Lo recordé en un instante. Un intenso nerviosismo se apoderó de mí y me dejé llevar por mi curiosidad. Así, crucé la ruta y doblé por el viejo camino de tierra que llevaba al casco de la estancia. Tras un par de kilómetros llegué. El sol estaba cayendo ya, y el frío se hacía un tanto más intenso. Una soledad inmensa reinaba en la vieja casona de Josefa. No se veían animales, ni peones, ni movimiento dentro de la casa. Estacioné el automóvil y a paso lento me dirigí hacia la casa. Observé todo cuidadosamente, el tiempo parecía no haber pasado. Me sentí sumamente nervioso. No tenía idea que le diría a aquella mujer que hacía diecisiete años me había hecho el amor atrapando por completo mis sentidos y mi corazón. Seguramente ya no viviría más allí y estaría casada, con hijos. Mil cosas pensé. Pero en un momento detuve los pensamientos y tan solo me dediqué a observar y a escudriñar cada rincón comparándolo con el pasado. El tiempo siempre hace estragos en los objetos, aquel sitio no había sido una excepción. Todo había cambiado, de alguna u otra forma nada era ya igual.
El atardecer se había instalado. El sol como un pomelo gigantesco se intentaba esconder detrás de la cordillera y los primeros claroscuros comenzaban a observarse. El viento no amainaba, seguía firme dándole una ambientación invernal a todo el paraje. La casa parecía hipnotizada y dormida, aletargada, viviendo en una eterna hibernación. Golpeé la puerta de entrada y nadie contestó. Me asomé por las ventanas y dentro no había nadie pero se percibía que alguien había estado comiendo pues había platos y vasos en la bacha de la cocina. Rodeé la casa y me dirigí al patio trasero. Entonces la vi. Estaba sentada en su mecedora a unos cien metros de la casa tapada con una frazada contemplando el atardecer. A sus costados las plantaciones de naranjos la custodiaban como gladiadores guardianes. Su cabello flameaba al viento. Se mecía suavemente. Me quedé estupefacto al verla. Estaba petrificado en aquel lugar, no podía mover un solo músculo de mi cuerpo. Tan solo me limité a observarla hasta que decidí ir por ella.
Caminé la distancia que nos separaba de una manera vergonzosa. Parecía un adolescente a punto de dar el primer beso. Medio sol ya estaba oculto tras los Andes. Las sombras de a poco se apoderaban de los naranjos. Llegué a su lado y posé mi mano en su hombro. No se sorprendió, tan solo siguió meciéndose. Yo sí me sorprendí. Pensé que le daría un susto si hacía aquello pero no podía hablarle. Entonces posó su mano sobre la mía en su hombro.
- Ya no tengo miedo. Tú mano se siente tibia. ¿Quién eres? –me dijo con una voz débil.
Me quedé en silencio sin sacar mi mano del aprisionamiento de la suya con su hombro. No sabía que decirle.
- ¿Me conoces? –me preguntó.
- Sí. –dije, con una voz nerviosa y fina.
Entonces dejó de mecerse. Presionó la frazada contra su pecho y volteó lentamente hacia mí. Se paró y con su mano derecha me recorrió el rostro. Entonces supe que durante aquellos años de no habernos visto el destino le había jugado una mala pasada, estaba ciega, no me veía, tan solo intentaba reconocer a esa persona de incógnita que estaba a su lado mediante su tacto. Sentí estupor. Me sentí terrible. Se veía bella como siempre pero sus ojos habían perdido aquella luminosidad que tanto la embellecían. Lloré. Unas lágrimas vagas cayeron por mis mejillas y tocaron sus dedos.
- ¿Porque lloras?, ¿quién eres?, ¿nos conocemos? –me dijo un tanto nerviosa.
- Soy yo Josefa, ¿me recuerdas?
- ¡¿Tú?!, ¡Tú!, ¡claro, tú!, ¿cómo podría no recordarte? Por fin has venido después de tantos años. Cosecha tras cosecha te esperé y te eché de menos. Y ahora estás aquí. No tienes una idea cuanto te he amado en silencio por estos años muchacho. Aún hoy, tras mi ceguera, cada vez que me siento entre los naranjos tan solo viendo la oscuridad tú rostro casi infantil se posa en mis memorias trayendo luz a mi interior.
- Perdóname Josefa. Era un adolescente y me eché a la vida, a vivirla, a recorrer caminos y nunca quise voltear para ver el pasado. Tal vez por miedo, tal vez por cobardía.
- Ya pasó. El pasado quedó atrás. Ahora estás aquí, de nuevo, junto a mí. Tal vez has venido de visita o tal vez la vida y el camino te trajeron hasta esta vieja ciega por otro motivo, no lo sé, pero lo que sea que te condujo hasta aquí me ha hecho muy feliz. Por lo tanto no te aflijas y quédate un rato conmigo.
Me tomó del brazo y comenzamos a caminar rumbo a la casa. Mis lágrimas seguían cayendo, el sol se había puesto casi completamente detrás de la cordillera y los naranjos casi no se divisaban a nuestro alrededor. Una oscuridad profunda se avecinaba detrás de nosotros, sin embargo la calidez de su cuerpo me hacía emocionar y recordar nuestro pasado. La noche estaba al caer, la estancia parecía perdida entre medio de las montañas y en ella dos personas que se habían perdido en el tiempo ahora volvían a estar juntas. Ella entró en la casa y yo la seguí. Al cerrar la puerta miré por última vez la noche recién nacida, contemplé la oscuridad que comenzaba a ser espesa, y me imaginé el nuevo mundo donde ahora Josefa habitaba.
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josefa es una capsula de tiempo
ResponderEliminarno puedo explicar la sensación q me produjo al leer q josefa quedó ciega.
ResponderEliminarme encanta el rumbo q esta tomando
Fuerte, intenso, visceral y profundo. Sólo adjetivos y conmoción.
ResponderEliminarbesos
Nas!!
ResponderEliminarLamento no haber comentado la parte 2 de éste relato pero no había tenido oportunidad.
Parece que era inevitable que se separaran... su despedida fue conmovedora, pero no más que el reencuentro. Aunque no podía ver su rostro, reconocío su voz y es obvio que los años no anulan el recuerdo.
Y ahora que seguirá me pregunto...
Nos estamos leyendo, hasta entonces...
Gratísimo descubrimiento.
ResponderEliminarMis saludos y respetos.
Que fuerte es encontrarse con Josefa y que ella no pueda ver, solo recordar tu rostro.
ResponderEliminarSigo...
cosasimpropias:
ResponderEliminarA lo largo de mis treinta y pico de años en la vida he conocido a algunas mujeres muy parecidas a Josefa. Viven en una especie de mundo atemporal en donde el único amor de su vida, al irse, parece haberles puesto el corazón en una especie de letargo. Es algo llamativo, creeme, muy llamativo y también, mirándolo como lo veo yo, hasta triste te diría.
Saludos.
grlanachronism:
ResponderEliminarCuando escribí la parte donde él se arrima a ella pensaba en que si solo dejaba que ella fuese vieja y él más joven sería algo normal y poco rebuscado. Entonces se me ocurrió darle mayor poder de tristeza y solo en pocos segundos mis dedos dibujaron el perfil de una mujer aletargada en su corazón y ciega.
Me gustó escribir esta "saga" de las naranjas de abril.
Saludos.
PAOLA:
ResponderEliminar¡¿Qué tal?!, de nuevo por mi blog, ¡qué bueno!.
Estuve leyendo un poco el post sobre la nota periodística que le hiciste a Palomino y Rizzo y la verdad que estuvo muy bueno. Me imagino que te habrás sentido súper feliz de hacerla.
Con respecto a tú comentario en este post de mi blog se agradece los adjetivos calificativos sobre lo que te ha producido.
Un gusto que pases por mi blog.
Saludos.
kyara_athena:
ResponderEliminarNo te lamentes, podés hacerlo, ahora, siempre, cuando tengas ganas. Es como leer un libro, es atemporal.
He pensado muchas cosas para responder sobre lo inevitable de las separaciones pero solo me sale decirte que cuando uno se separa sin compromiso y respeto mientras ha sentido o siente amor nada bueno sale, pero si lo hace con sus pilares bien plantados los reencuentros pueden volverse fuertes y positivos, tal vez juntando lo que durante un tiempo la vida separó. Es un pensamiento íntimo, claro.
Gracias por leerme.
Saludos.
Miguel:
ResponderEliminarGracias.
Es grato para mí también que un blogger sienta esa gratitud por mis escritos y este blog.
Saludos y respetos para vos también.
Pasá cuando quieras.
Cecy:
ResponderEliminarSí, a veces dudo en subir cosas fuertes al blog, pero desde hace un tiempo he decidido subir mis escritos como me salen, como los siento y cómo realmente los imagino en mi cabeza al momento de dibujar con letras las historias.
Siga. =)
Saludos.
Me tienes loca a morir con esta historia..
ResponderEliminarCada vez me gusta más..
Y ni hablar de josefa.. Y su espera.. ahora ciega! Pobre mujer!!
Que pasara..
Que tendra el futuro para ellos..
Dios!!
Estoy entregada totalmente..
Casi huelo a naranjas...
Que tengas una buena semana. Abrazos.
Pierina:
ResponderEliminarjjajajaja ¡¿así que has quedado atrapada en la historia?! wowww entonces dio resultado la trampa mortal =)
El futuro para ellos terminó en el post siguiente que subí. Fue una historia interesante de escribir y más por la diferencia de edades y el enamoramiento, algo tan en boga en estos tiempos.
Gracias por tú lectura y comentario.
Saludos.