jueves, 10 de septiembre de 2009

mundos espiralados (11)

Capítulo 11


La voz ahora tenía cuerpo femenino. Estaba atrapada dentro de un cuerpo femenino y de mi edad aproximadamente. Una chica que a simple vista era como cualquier otra pero que tras sostener su mano por un instante sentí que tenía algo especial. Las personas emanan cosas, a veces cosas inexplicables que van desde la frialdad que te puede estremecer, hasta la calidez que te agrada a tal punto que se parece a una droga que quieres más y más. La chica de la voz emanaba esa sensación de uno querer más y más de ella. Tras terminar el sollozo y secar sus lágrimas con el dorso de su mano se quedó contemplándome en la penumbra. La luna seguía altiva iluminándonos a ambos. Parecíamos dos seres solitarios y terriblemente conocidos, sin embargo jamás nos habíamos visto.

- Yo soy quien te hablaba, disculpa que nunca antes me presenté. Pensé en hacerlo pero la verdad al no saber quien eras tuve miedo. -me dijo aún suspirando entre sollozos.
- Está bien, no te hagas problema. Ya pasó. Ahora al menos nos hemos visto y sé que la voz que parecía venir de cualquier sitio a hablarme ahora tiene forma humana y pertenece a una linda mujer.
- Gracias -me dijo con una mueca de sonrisa.

Como si un manto invisible la cubriera aquella chica parecía estar recubierta por una profunda tristeza. Sus ojos negros parecían el fondo de un pozo del cual era difícil de salir, no obstante su rostro estaba dotado de bellas facciones que le daban una gran belleza y luminosidad. Su mano estaba helada. Supuse tendría frío.

- ¿Quieres charlar un rato y calentarnos un poco el cuerpo?, la casa de mi abuelo está cerca. Allí podremos entibiarnos un poco -le dije haciéndole a la vez un gesto de marcharnos de aquel sitio.

Asintió con un gesto suave. Entonces nos pusimos en marcha rumbo a la casa. El camino estaba claro, la luna lo iluminaba todo, se veía perfectamente el sendero que conducía a la casa. El viento había cesado pero la sensación térmica era de temperatura baja. La chica tiritaba como un papel al viento, entonces decidí abrazarla. Crucé mi brazo derecho y tomándole su hombro derecho apreté su cuerpo al mío. Como si fuese un cachorro en presencia de su madre se acurrucó en mi pecho sin oponer resistencia. Ya no lloraba, pero tampoco hablaba. Caminando abrazado a ella volví a sentir esa sensación de profunda tristeza, algo similar al aroma que despide un perfecto perfume. Al llegar a la casa abrí la puerta y coloqué unos leños en la estufa hogar. Los leños estaban ahí vaya a saber desde que fecha. Tal vez mi propio abuelo los había depositado en aquel sitio antes de morir. La estufa hogar tenía toda la apariencia de hacer mucho tiempo que no se utilizaba. Un fuego pronto comenzó a arder, no me costó encenderlo, y una claridad con tonalidad anaranjada inundó toda la habitación. Nos sentamos en frente de la estufa en silencio. Ella miraba como las llamas danzaban sobre los leños y yo contemplaba como las llamas se reflejaban en sus pupilas. Muchas cosas pensé en aquel instante pero ninguna pregunta afloró en mis labios. Tan solo me limité a respetar el silencio que ella había impuesto y que tan bien parecía caerle a la ocasión. Llevaba unas medias color avellana que constrastaban con sus sandalias. Su manera de vestir era muy contemporánea y daba la impresión de ser ese tipo de chica hippie que ama la naturaleza y tiene pensamientos abiertos. Estando a su lado durante aquel rato me sentí acompañado y feliz de vivir ese instante. Su mirada se perdía entre los leños como si se adentrara dentro de un oscuro bosque a altas horas de la madrugada. De mi parte no me animaba a romper el silencio, solo me limité a tomarle nuevamente la mano a lo cual no se resistió. Con una leve sonrisa agradeció que mi mano presionara la suya y fue entonces que volteó su cabeza y me miró fijamente.

Si bien Isabel era bella y despertaba sensaciones varoniles en todo mi cuerpo la chica de la voz lograba ciertos efectos que Isabel no. Increíblemente tras quedárseme mirando me olvidé de todo lo que ocurría a mi alrededor. Sus ojos, de un negro profundo, emanaban un diminuto titilar al igual que las estrellas en plena noche helada. Su piel tersa se asemejaba a un bello terciopelo a la luz del sol. De repente se abalanzó sobre mí y me dio un profundo y sentido abrazó, justo en ese instante supe que ella lo necesitaba y que la soledad o la tristeza muchas veces son herejes. Tras estar unos minutos abrazados y en silencio nos separamos. Recorrió mi rostro con su mano derecha y con su dedo índice fue dibujando cada línea de mis facciones que le llamaron la atención. Sentí recorrer cada milímetro de mi rostro con mucha ternura.

- Pareces un buen hombre -me dijo mientras me recorría con su dedo el rostro.

No respondí, tan solo dejé que aquel dedo índice emanara esa corriente conductiva que me permitía estar conectado a ella. Como si fuera algo extraordinario e increíble esa sensación de conexión la percibí desde el primer momento que escuché su voz en el río. Recorrió mis labios, los lóbulos de mis orejas, mis patillas, la ondulación de mi pelo, mi barbilla, el contorno de mis ojos, hasta mi cuello, todo con una suavidad y delicadeza casi hipnótica y perfecta. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan placenteramente bien. La chica desconocida sí que sabía como hacerme sentir bien y especial. Después de un rato que estuvo recorriendome se acercó al fuego y calentó sus manos y sus pies. Afuera la luna seguía destellando rayos anaranjados y el viento había comenzado a soplar nuevamente. El río no se oía, parecía haberse marchado para buscar cauce en otro sitio.

- ¿Quieres comer algo?, ¿tomar algo? -le pregunté.
- No, gracias, así estoy bien. Tan solo quédate un rato más aquí a mi lado. Pronto me iré.
- Puedes quedarte si quieres. La casa es lo suficientemente grande para los dos y además ya está bastante avanzada la noche. No es una buena idea que camines por ahí a esta hora.
- No te preocupes, casi siempre camino sola por ahí. Me gusta hacerlo. Es mi escape, mi cable a tierra. Además, conozco bien esta zona y no tengo miedo.

Volvió a quedarse en silencio mirando los leños.

- ¿En qué piensas? -pregunté esta vez.
- En muchas cosas. Más que pensar, siento.
- ¿Y qué sientes?
- La soledad y el dolor -respondió sin mirarme.
- ¿Y porqué alguien como tú tiene tanta soledad y dolor?, ya sé que nadie es ajeno a ello pero viéndote es como algo inexplicable que tú tengas tanta soledad y dolor. ¿Porqué dices que tienes soledad y dolor?
- ¿Recuerdas que te hablé de mi hermano y cuanto extraño que me tienda su mano?
- Sí -respondí.
- Pues así como extraño su mano y todo lo que esa conexión representó siempre para mí extraño también al chico del cual me enamoré y hace poco me dejó. Te pareceré una idiota, ya lo sé, pero así me siento. Yo sé que el amor de un hermano y el amor de mujer hacia un hombre no se comparan, pero esa sensación de vacío y de pérdida es muy similar, al menos para mí.
- Pues si de algo vale te diré que te entiendo perfectamente porque yo también he pasado por algo similar. Hace un par de meses mi novia me ha dejado, ha conocido a un hombre bastante mayor que yo y tras conocerlo decidió dar por terminada nuestra relación. Esa es la causa de estar yo aquí, en esta casa.

Su mirada era de asombro. Sentí que se había sorprendido por lo que le conté.

- O sea que ya somos dos del mismo bando -me dijo sonriéndose.
- Sí, ambos estamos en la misma margen del río. Y entiendo lo que sientes.
- Gracias.
- Ahora, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Claro, dime.
- ¿Qué hacías en el río estos días atrás y ésta noche? -pregunté con mucha curiosidad.
- Nada, suelo hacerlo. O mejor dicho sí, intentaba olvidarme de todo lo que pasó con mi novio y dejarme llevar por la naturaleza y sus sonidos. Estar ahí, en el río, me da esa hermosa sensación de libertad. Tú sabes, algo así como lo que sentiste al meterte al río bajo la lluvia.
- Sí, sé de lo que me hablas -respondí.

Nos quedamos mirando los leños y cómo cada tanto alguna explosión de ellos desperdigaba chispas por casi toda la habitación. Pensé que en aquel punto del universo había sentada justo a mi lado otro ser humano pasando por una situación similar a la mía, experimentando una amargura parecida y tratando de buscar el antídoto justo para salir airoso del veneno del desamor. Me identifiqué plenamente con la chica de la voz. Tal vez la corriente del río en su contínuo murmullo nos había susurrado a modo de llamado para que el destino nos juntase. Las cosas pasan. A veces de manera inexplicables, así fue que ella y yo envueltos en un resplandor anaranjado compartimos un mismo sentimiento aquella noche: la tristeza del desamor.

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4 comentarios:

  1. Dos chicas, una mágica y la otra bella. Ahora el protagonista ha eliminado algo de su soledad.

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  2. Mmmm... soy yo o estas escribiendo mas seguido?

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  3. @TERE:

    Sí, al muchacho se le presentan distintas campanas y emprende un rumbo de conocimientos.

    No sos vos, soy yo jajajaj Siiiii, estoy escribiendo más.

    Besos hasta tú México querida lectora.

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  4. Me encanta el personaje de la voz.Tal como me la imaginaba sea por ese amor que la lleva a la orilla del rio(rehippie)..Muy tierno y un poco triste pero no estan solos (happy).Magic Man does it again! Beso

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