jueves, 24 de septiembre de 2009

mundos espiralados (16)


Capítulo 16


El día amaneció perfecto, un día al que no podía reprochársele absolutamente nada, por donde se le mirase contribuía a halagar a los sentidos. Los pájaros trinaban entre los quebrachales, el sol despuntaba desde su nacimiento con colorido y calor, el cielo imitaba el fondo de un mar caribeño y el aire olía a hierbas frescas. Coronando toda aquella exquisitez yo mismo me había levantado de perfecto humor. Abrí las ventanas de la casa, ordené la habitación, luego acomodé los trastos de la cocina, y organicé mi ropa y todo lo que más pude dentro de la mochila. Tras chequear en el teléfono celular los días que restaban para el comienzo de las clases en la universidad tomé la decisión de la fecha en la cual me volvería a la capital. Faltaban cinco días, era poco tiempo. Los días transcurridos en el valle tuvieron éxito, de a poco fueron limando asperezas en mis modos de pensar y cicatrizando heridas. El haber conocido a la chica de la voz y a Isabel fue algo imprevisto pero increíble. Ya no quedaban vestigios de soledad ni de dolor. Entonces fue que me pregunté hasta qué punto el amor se nos adentra y cuán profunda es la raíz que lo mantiene anclado a un corazón. No hacía mucho tiempo pensaba que sería imposible olvidarme de mi ex novia. El día que ella me comunicó nuestra separación, su desamor, fue seguramente uno de las sensaciones que jamás olvidaré en mi vida, pero en ese momento supe que lo recordaría de una manera diferente, tal vez como una anécdota, tal vez como un momento duro de mi vida, pero no como algo que me produzca dolor. Así como los brujos africanos invocan a sus dioses y éstos parecen responderles ,algo sanó mis lastimaduras dejando cicatrices indoloras. Me preparé un termo lleno de agua caliente, alisté el mate y salí a caminar por los alrededores de la casa para desayunar y gozar de la mañana. Daniela no había vuelto a aparecer. Después de la noche en que tuvimos sexo no había dado señales de vida, ni siquiera yo sabía donde ella vivía ni nada de su vida. Simplemente había desaparecido como un buen día apareció, sin avisar. Supongo que de ambas mujeres que conocí en aquella época ella era la que representaba la incógnita mayor, y eso me atraía. Irremediablemente me atraía.

Mientras tomaba mate a orillas del río saqué conclusiones y cuentas mentales. Ordené mis ideas y me estimulé a pensar en cómo me sentía en aquel momento. Un par de pájaros se posaron cerca de mí a comer semillas del suelo. Se me acercaron sin miedo, tal como si me conociesen desde siempre. No tenían miedo, eso me llamaba la atención. Estaban ahí, tal vez sintiéndome uno más de ellos o un objeto inerte que no podía dañarlos. No tenían preocupaciones, seguían buscando semillas entre la hierba y caminando desinteresadamente de aquí para allá. Sin problemas, tranquilos, tan solo preocupándose por lo que necesitaban ,simplemente alimentarse. A lo largo de aquellos días yo había sido como uno de aquellos pájaros. De pronto, tras salir del mundo de la capital en donde todos los problemas me agobiaban había logrado penetrar en un universo nuevo en donde yo mismo parecía ser otro. En ese nuevo universo podía sentirme más cerca de mi propio yo interior, hasta tal vez si me esforzaba podría palparme esa parte de mí que muchas veces sentía pero no lograba saber cómo realmente era. En aquel sitio, completamente alejado de todos las cosas que me teñían de gris, había logrado encontrar facetas perdidas de mi propio ser. En aquel universo me movilizaba como los pájaros buscando mis propias semillas, organizando mi propio nido, recorriendo y aprendiendo sobre los lugares y conociendo a nuevos de mi misma especie. Tras unos minutos los pájaros se echaron a volar. Lo hicieron muy alto, tan alto que al levantar mi mirada choque con el brillo enceguecedor del sol. Fue ahí que los perdí de vista.

Regresé a la casa, organicé la vajilla, tendí la cama, barrí todas las habitaciones, organicé la mochila y mi ropa y decidí que ya era hora de retornar. Ya no debía esperar más, debía volver a la capital a preparar el inicio de clases en la universidad. Pensé que echaría mucho de menos aquel sitio. También imaginé a mi abuelo el día que construyó la casa. Pensaba si tal vez él se hubiera imaginado que aquella casa enclavada en el valle entre medio de las sierras de Córdoba servirían para ayudar espiritual y psicológicamente a su nieto mayor. Tal vez nunca lo pensó, o solamente imaginó que algún día aquella casa cobijaría a alguno de sus seres queridos de las tempestades de la vida. Guardé el libro del Conde de Montecristo en un bolsillo de la mochila, me coloqué mis gafas de sol y tras cerrar los postigos de las ventanas di dos vueltas de llave a la cerradura de la puerta y coloqué un candado. Caminé un par de metros con la mochila en mi espalda y antes de tomar el sendero que me llevaba al camino del pueblo volteé a ver la casa. Se veía radiante y serena bajo el sol del mediodía. Los quebrachales detrás de ella meciéndose adormilados, el viento soplando con una brisa leve y el olor a vegetación agradecida a la naturaleza. Inhalé profundamente como intentando robarme parte de aquellos olores para atesorarlos dentro mío. Entonces dándome media vuelta emprendí camino al pueblo por el sendero que me llevaba al camino. Debía de llegar a la terminal y comprar un pasaje de colectivo con destino a la capital.


Llegué a la terminal alrededor de la una de la tarde. Había caminado de prisa pero en algunos trayectos aminoraba la marcha porque sentía el peso de la mochila sobre la espalda y el sol abrazaba como lenguas calientes sobre la piel.

- ¿Qué deseas? –me preguntó el empleado de la boletería.
- Un pasaje a Córdoba capital –contesté.
- Uno más que se va… -murmuró el empleado en voz baja.
- ¿Cómo?
- Digo que uno más que se va. Es que, ¿sabes?, ya queda poca gente joven en este pueblo, ahora todo el mundo emigra hacia las grandes urbes y muy pocos se animan a continuar viviendo en los lugares donde han nacido. Muchos aluden a que es porque aquí no hay trabajo o porque no hay discotecas bailables o lugares para matar el ocio, pero yo creo que es todo por esas grotescas campañas publicitarias en donde incitan a la juventud a vivir de un modo holgazán y desinteresado. Creo que la gran culpa es de los medios de comunicación –comentó el empleado de la boletería con cara de fastidio.

Noté que aquel hombre estaba realmente enfadado al venderme el pasaje. Por un instante me puse en su lugar y me imaginé siendo un lugareño y viendo cómo todas las personas jóvenes huían de aquel pueblo a la gran ciudad, dejando así casi sin generación joven al lugar. No me gustó aquella visión, pero tampoco coincidía con el empleado sobre que los medios tenían la culpa de todo. Guardé el pasaje y con un gesto de salutación me despedí de él. Se quedó murmurando por lo bajo, seguramente enfrascado en sus maneras de pensar. Tras observar con detenimiento las paradas y los bancos disponibles escogí uno al lado de la boletería y me senté. La hora en mí celular decía que en menos de quince minutos el colectivo partiría, aunque aún no había llegado a su parada. Saqué el libro de la mochila y en quince minutos terminé de leer las últimas diez hojas que me faltaban. Tras cerrarlo perdí mi mirada en la nada y pensé en la venganza del Conde de Montecristo, en las personalidades de cada uno de sus personajes y en cómo la vida nos lleva a vivir cosas inimaginadas según antojo del destino. Palpé la cubierta del libro y sentí esa sensación que le queda a uno tras haber leído una buena obra, con palabras justas ubicadas en el lugar justo. En quince minutos había podido terminar de leer lo que en días no había logrado. Era una clara señal de mi paz y tranquilidad, por eso sonreí, lo hice como los pájaros que comían las semillas, desinteresadamente y libremente.

El colectivo llegó a la parada con cinco minutos de retraso. Un hombre calvo y obeso bajó del colectivo a toda prisa para perderse en el pasillo que conducía a los baños. El chofer era un hombre enjuto y con cara de pocos amigos. Subí y le entregué el pasaje. Cortó a éste por el troquel y me devolvió la porción de papel que me quedaba para mí. Guardé la mochila en la baulera previamente sacando mi iPod. Así me eché en el asiento que me correspondía con los auriculares en mis oídos y tras seleccionar un tema de Supertramp y quitarme las gafas cerré los ojos con intenciones de dormir. Al poco rato el colectivo comenzó a moverse. Seguía sin abrir los ojos, el sueño de a poco me iba llamando, estaba realmente extenuado. No quería llevarme pensamientos de aquel sitio, ya tendría tiempo para sacarlos de la caja en donde los guardaba dentro de mi mente allá en la capital. Tras unos minutos de viaje alguien tocó mi mano. Me sobresalté. Quité los auriculares de mis oídos y volteé para ver quien era. Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra del colectivo caí en la cuenta que tal vez estaba soñando.

- ¿Pensabas que te ibas a librar fácilmente de mí? –dijo la voz.


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8 comentarios:

  1. Aggg me dejas en misterio! Hey por fin logró terminar el libro! Espero lo que le sigue!

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  2. Ah se me olvidaba...
    No es que me guste escribir en tercera o en primera persona, sino es que tanto me identifico con el personaje. Si escribo en primera persona es que me puedo imaginar en él, si es en tercera es que no tanto.
    Y... todavia no le tomo bien el gusto a tu plantilla... creo que no está tan completa como la otra.
    Saludos

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  3. @TEREZA:

    Creo que apenas terminen todos los capítulos te mando un PDF con la nouvelle completa jajaja

    Con respecto a la plantilla empecé a elegir una más sobria y con tipografía más parecida a un libro dado que hay mucho texto por leer, inclusive le he sacado la música también.

    Un gusto que siempre leas mis escritos.

    Con respecto a lo de la primera y tercera persona a mí me pasa al revés.

    Saludos.

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  4. Ya está, ya me enganché!!
    Eres la bomba amigo. De momento voy por el capítulo 3, pero dame tiempo que enseguidita me pongo al día, vale?
    Te sigo. Mil besitos!!!

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  5. @SILVIA:

    Bienvenido a mi blog de narrativa.

    Me alegro que te hayan gustado los escritos y tomate todo el tiempo que quieras, en realidad para eso está el blog, ¿no?

    A mí también me gusta leer narrativas o relatos en blogs, pero sinceramente pocos son los que tienen el poder de atrapar,tal vez menos que los dedos de una mano.

    Besos ;)

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  6. estuve un poco desaparecida, pero siempre siempre leyendo... sigo esperando mas capitulos!!

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  7. @BARBARA:

    Gracias, sé que sos una lectora fiel.

    Estoy en eso, ya vendrán un par más de capítulos.

    Beso.

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  8. @@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@
    A MIS LECTORES
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    Estoy feliz, feedburner.com me avisa que más de cien personas reciben cada capítulo de mis textos para leerlos en sus lectores de feeds, y eso me causa mucha alegría.
    Que alguien tome minutos de su consciencia para dedicárselos a leer mis textos es un gran honor y a su vez un gran placer.

    Gracias a los lectores.

    "Literato", este blog, funciona gracias a ese feedback.

    Miguel.

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